Acercamiento a la Islamofobia: ¿Ideología política o religiosa?, José Sarria

Quiero comenzar mi participación en esta mesa con una cita que pertenece a nuestro filósofo cordobés Abu-l Walid Muhammad ibn Rush, más conocido como Averroes:

“La ignorancia lleva al miedo, el miedo lleva al odio, el odio lleva a la violencia. He aquí la ecuación”

La fobia es, según el diccionario de la RAE: “La aversión exagerada a alguien o a algo”.Es decir, el miedo irracional, obsesivo y angustioso hacia determinadas situaciones o personas, que puede conducir y desembocar en el rechazo. Y, sin duda alguna, en el origen de cualquier fobia (miedo), se encuentra la ignorancia y el desconocimiento.

Según el Consejo de Europa y el Comité sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial de la ONU, la islamofobia es:

“[…] una forma de racismo y xenofobia manifestada a través de la hostilidad, exclusión, rechazo y odio contra los musulmanes, sobre todo cuando la población musulmana es una minoría, algo que ocurre con mayor impacto en países occidentales.”

Pero la islamofobia no es más que una manifestación de las distintas fobias (miedos) que encontramos en la actualidad: xenofobia, racismo, antisemitismo, homofobia, misoginia, etc.

El grupo dominante tiene, históricamente, el objetivo de apoderarse, estabilizar y ampliar su poder mediante la creación de una realidad inventada (aprovechando la ignorancia y el desconocimiento de las sociedades), a través de la construcción de una otredad diferente a uno mismo y su sociedad, y que puede llegar a poner en peligro mi sociedad. Decía el filósofo rumano Mircea Eliade[i]que existeuna constante en las sociedades supremacistas que reafirman su identidad de manera excluyente. Para estas siempre existe una diferencia clara entre el territorio propio, entre el mundo conocido y el espacio indeterminado que lo rodea: «… el primero (dice Eliade) es el Mundo (es decir, «nuestro mundo»), el Cosmos. El segundo es otro mundo, uno extraño, caótico, poblado de larvas, de demonios, de extranjeros (de extraños)…»[ii]. En estas sociedades la otredad se presenta como un sentimiento de extrañeza frente a aquello que no es asimilable a lo conocido; de ello resulta un rechazo fundado en el miedo a lo ajeno. Es, prácticamente, el mismo silogismo de la cita de Averroes: “La ignorancia lleva al miedo, el miedo lleva al odio, el odio lleva a la violencia. He aquí la ecuación.”

El concepto de identidad es fundamental para comprender la situación social contemporánea. Esta noción se ha impuesto a causa de los importantes y profundos cambios culturales y sociales que vivimos, provocados por las profundas modificaciones que acontecen a nuestro alrededor, a partir de la globalización. La identidad (síntesis que cada uno hace de los valores y de los indicadores de filiación al grupo social) es el centro de las acciones indispensables para el equilibrio psíquico de la persona. Es por ello que el vértigo que produce esas modificaciones sociales conlleva la necesidad de acentuar la identidad como método de defensa y protección frente al cambio que se está produciendo. A través del ensalzamiento de estos valores identitarios se consigue la cohesión de un grupo y de toda una sociedad, tanto más, cuanto el otro, el diferente, puede llegar a poner en riesgo mi mundo, mi orden. Y, volvemos a Mircea Eliade: “el primero es el Mundo (es decir, «nuestro mundo»), el Cosmos. El segundo es otro mundo, uno extraño, caótico, poblado de larvas, de demonios, de extranjeros, de extraños”.

La pretendida superioridad y supremacía de los pueblos toma como fundamento todo aquello que acentúa los procesos identitarios, que no deja de ser un artificio, una mentira aceptada, porque la identidad real no es lineal ni estática, sino que es compuesta, dinámica y evoluciona con los procesos históricos.

Existen dos momentos trascendentales en la configuración mental del concepto del otro, de la otredad, en Europa y, de otro lado, de la propia identidad nacional española:

  1. Por un lado, el discurso europeo colonialista, cimentado a lo largo del siglo XIX, contribuyó, de manera definitiva al establecimiento del discurso de la otredad, el discurso del enemigo irreal creando una barrera ideológica y sentimental, inexistente hasta ese momento. Y esto es lo que ha quedado en el imaginario colectivo social europeo.

Tal y como ha señalado la profesora Susana Murphy (Universidad de Argentina) se ha elaborado un “relato mítico (ficticio)” de la otredad, mediante el que se ha aceptado que Occidente tiene su origen en el mundo clásico (en Grecia y Roma). La historia, nuestra historia se inicia, milagrosamente, con Herodoto, eliminando la influencia y los “contagios” con el otro mundo, sin conexión con Egipto, Mesopotamia, Persia o Babilonia en ese reemplazo de la realidad se exalta en un continuum el mito de la democracia, la política, la razón, la religión cristiana y la cultura occidental, en un espacio particular que es Europa y que significará nuestro mundo, el cosmos, la armonía, frente al desorden y al pandemonium que se instala en Oriente.

  1. En lo doméstico, en España, el imaginario colectivo español contemporáneo, es el que se ha ido forjando durante los últimos 500 años, sobre la base identitaria de la denominada pureza de sangre, basada en la supremacía de los denominados “cristianos o castellanos viejos”,[iii]que defiende (siguiendo las teorías de Sánchez Albornoz) que España era y es, ante todo cristiana y occidental: “España se contempla desde Castilla”. El régimen del General Franco utilizará y pondrá el acento en el concepto identitario excluyente de “España” de Sánchez Albornoz.

Sin embargo, un análisis objetivo e imparcial, como el que ofrece la genética aporta algunas respuestas interesantes. Científicos de la Universidad de Leicester (Reino Unido) y la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona llevaron a cabo un estudio, en el año 2008,en el que analizaban el cromosoma Y, presente en los hombres y que se transmite de padres a hijos, en una muestra de 1.150 individuos peninsulares y lo han comparado con muestras de individuos norteafricanos y judíos sefarditas para llegar a la conclusión objetiva de que uno de cada tres españoles tiene ascendentes norteafricanos o judíos. Es decir, de manera indeleble, un 33% de nuestra huella genética posee estos caracteres.

Andalucía (y España), más allá de una demarcación territorial, es el magma de los pueblos y de las civilizaciones que se vincularon con este territorio, crisol de culturas, mezcla de gentes, el resultado del eclecticismo étnico y racial (tartesios, fenicios, griegos, cartagineses, romanos, visigodos, bizantinos, almohades, almorávides, andalusíes, nazaríes, judíos, aragoneses o castellanos), conformándose como “la civilización más antigua de Europa” (en palabras de Moreno Navarro)[iv].

Decía Américo Castro que el problema del Gobierno de Isabel II fue que “Carecía de un tiempo cultural propio”. Toda época, nuestra época, precisa de un discurso propio que la acompañe. Recordamos que el discurso (en el área de influencia de Occidente) de los siglos XIX y XX fue el discurso europeo colonial, que llega hasta nuestras puertas, y que se apoya en el discurso del enemigo inventado (Oriente) y que esto es lo que ha quedado en el imaginario colectivo social de la Cultura Occidental. Pero hoy, estamos llamados a reflexionar acerca de nuestro destino. Hoy, avanzamos, en este preciso momento, como humanidad, de manera inexorable, hacia una nueva época.

En el  AÑO 2006, un grupo amplio y multidiscilplinar de investigadores, encabezado por Paul Raskin[v], publicaba, de la mano de la CEPAL[vi]un ambicioso análisis sociológico que trataba de interpretar lo que estaba ocurriendo. El informe concluía que la gran transición había comenzado; una sociedad planetaria se irá configurando, bajo un nuevo orden mundial,  durante las próximas décadas. El viaje ha comenzado, pero el desenlace es incierto. Las tendencias actuales determinan la dirección al comenzar el viaje, pero no su destino. Y esta época, nuestra época, precisa de un discurso propio que la acompañe, de un tiempo cultural propio, que nada tiene que ver con ese discurso postcolonial trasnochado de los supremacismos. Es preciso, en este momento tan crucial de nuestra historia global por la que atraviesa la humanidad (según el informe de la CEPAL) NUEVAS FORMAS DE PENSAR, DE ACTUAR Y DE SER. Nuevas formas que se encuentran (y reivindico) en el cruce de las miradas entre Oriente y Occidente, nuevas formas de pensamiento que existen en la propuesta universal y prehumanista de la CONCILIACIÓN DE LOS OPUESTOS, de Ibn Arabi[vii], gran antídoto contra todo tipo de fobias y fanatismos,cuando escribe:

“Las personas tienen las creencias más diversas, mas yo las profeso todas: creo en todas las creencias …/… Hubo un tiempo en que yo rechazaba a mi prójimo si su religión no era como la mía. Pero ahora mi corazón se ha convertido en receptáculo de todas las formas religiosas: es pradera de gacelas y claustro de monjes cristianos, templo de ídolos y Kaaba de peregrinos, Tablas de la Ley y pliegos del Corán. Porque profeso la religión del Amor y voy a dondequiera que vaya su cabalgadura. Porque el Amor es mi credo y mi fe” (de su libro Corazón Convertido).

Pensamiento que resurge en el Renacimiento europeo (tres siglos más tarde) a través del Humanismo y que se hace Humanismo Solidario con Tomás de Vio, al proponer la idea de UNIDAD PROFUNDA DE LA HUMANIDAD(o aceptación sin límites de la otredad). Ha llegado el momento de pensar, tal y como ha indicado el expresidente uruguayo, José Mújica, en términos de especie humana, a nivel global y recuperar de la historia las corrientes de pensamiento que aúnan lo individual y lo colectivo en un mismo sentimiento. Y ese pensamiento se encuentra, como decía, en lo mejor DE LA MIRADA APRECIATIVA ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE, en cuya intersección ideológica se haya lo más excelso de la humanidad, cuya capacidad ha de elevar una nueva educación de la subjetividad, un nuevo sentimiento social, un nuevo lenguaje que acompañe a la humanidad, en la  línea de pensamiento de los versos del poeta libanés Khalil Gibran, cuando nos enseña que: «La tierra es mi patria. La humanidad, mi familia”.

Nos ha enseñado el filósofo e investigador Luis Castellanos que: «Si cuidas las palabras, ellas cuidan de ti». Las palabras tienen la capacidad de construir un relato, un discurso, nuestro relato, nuestro discurso, y forjan nuestra personalidad, forjan nuestra mirada, nuestra capacidad de ver el mundo, de nuestra mirada. Construimos nuestra personalidad fonema a fonema, palabra a palabra, frase a frase, pensamiento a pensamiento. Es por ello, que las palabras del discurso colonial y postcolonial, que arranca en el siglo XIX y que llega hasta las puertas de la revolución tecnológica, ha configurado la mirada, la personalidad de Europa y de todo el orbe occidental, sobre el basamento del concepto del otro, de la otredad, y que ha contribuido, de manera definitiva al establecimiento del discurso del enemigo inexistente (Oriente), creando una barrera ideológica y sentimental inexistente en la realidad: islamofobia y todas las demás fobias. Esta gran mentira ha forjado, durante siglo y medio, el miedo y el odio, cuando no la violencia.

Nuestra mirada (nuestra postura existencial), nuestra manera de estar en el mundo manifiesta nuestro sistema de creencias. Si fuésemos capaces de tener una mirada apreciativa, sin prejuicios, si fuésemos capaces de abandonar el discurso recibido y concentrarnos en descubrir las bondades y las virtudes del otro (por supuesto, sin caer en el buenismo ni abandonar el discurso crítico: manifestando todos los abusos, tanto de Occidente como de Oriente), si nos pudiésemos liberar de la errática herencia de creencias sobre lo que nos rodea y sobre nosotros mismos, estaríamos mucho más cerca de algo fundamental, que es la realidad.

Es preciso, en este momento tan crucial de nuestra historia global por la que atraviesa la humanidad, recuperar, desde una mirada apreciativa, la realidad (que es tanto como decir la verdad) y la más profunda capacidad del ser humano: la capacidad de empatía, esa capacidad que nos sublima como seres vivos y que nos hace ocupar el lugar del otro, de comprender su visión de la realidad, su postura y sus opiniones, libres de todo prejuicio.

Decía Marcel Proust que: “Aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia”. La realidad es la que es, pero nuestra disposición al cambio (desde una mirada apreciativa) nos lleva a percibirla, a entenderla, a interpretarla, de otra manera, muy alejada de los relatos míticos que los demás han levantado. Y es ahí cuando empieza a fracturarse la ecuación de la que nos hablaba el gran maestro Averroes: “La ignorancia lleva al miedo, el miedo lleva al odio, el odio lleva a la violencia. He aquí la ecuación”. Destruyamos, pues, la ignorancia, a través de una mirada apreciativa y estaremos destruyendo el miedo, los odios, la violencia y toda clase de fobias.

Hoy, que estamos reunidos en Sevilla, quiero terminar esta aportación, con una cita de uno de los poetas sevillanos más universales, el gran maestro D. Antonio Machado: “¿Tu verdad? No, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela.”

JOSÉ SARRIA
Sevilla, 03/11/2018
Asociación Socio Intercultural de Andalucía – ASIA

[i]Mircea Eliade (Bucarest, 1907-Chicago, 1986). Filósofo, novelista e historiador.

[ii]Eliade, Mircea. Le sacré et le profane. Paris. Gallimard. 1989, p. 32.

[iii]  Cristiano viejoo castellano puro, es un concepto ideológico que pretendía designar al segmento mayoritario de la población de España y Portugal, tras la Reconquista de los Reyes Católicos, en contraposición al de cristiano nuevo (al que se suponía de ascendencia conversa de origen morisco o judío.

[iv]Isidoro Moreno Navarro, catedrático en Antropología Social y Cultural en Sevilla, fundador de la disciplina en la Universidad hispalense.

[v]Paul Raskin (Tariq Banuri, Gilberto Gallopín, Pablo Gutman, Al Hammond, Robert Kates y Rob Swart.

[vi]Comisión Económica para América Latina y el Caribe, dependiente de Naciones Unidas.

[vii]Muhammad ibn Ali ibn al-Arabi, conocido como Ibn Arabi,nace en Murcia en 1165 (taifa o reino independiente) gobernada por Ibn Mardanis (el famoso Rey Lobo) y en pleno dominio almohade de España. Está enterrado en Damasco, donde murió en 1240, a los setenta y cinco años.