Notas y barruntos (I): La Shahada

En todo contrato o transacción hay dos partes, que son las que acuerdan tal o cual cosa en unos u otros términos. Cuando uno toma Shahada está realizando un contrato, una transacción, un acuerdo con Allah del que da cuenta la lengua y que se firma con el corazón; es por ello que el Islam se encuentra descrito como un Din (transacción vital).

Una de las características peculiares de esta transacción vital es que la otra parte no está presente, al menos no como pudiera estarlo cualquier otro con quien hagamos un contrato. Por tanto la propia Shahada, además de ser el primer pilar del islam, y testimonio de fe que establece el Din y que abre a la persona a una nueva dimensión de la existencia es, en si mismo y en primer término un acto de fe; hacemos un contrato con una otra parte que no vemos y lo firmamos. Nos comprometemos a una serie de cosas a cambio de la promesa de una recompensa determinada, y lo firmamos.

Cuando tomamos Shahada tenemos delante a una persona que hace las veces, por decirlo de alguna forma, de intermediario, siendo la repetición de sus palabras lo que de facto nos vincula en la transacción. El papel de esta persona es fundamental tanto en ese momento como en la vida del nuevo musulmán guiándolo en sus principios y alentándole en las dificultades.
De manera previa al pronunciamiento de las palabras que componen la profesión de fe y que son el núcleo (Tawhid) del islam, esta persona expone de manera clara cuales son los compromisos que se van a contraer, que vienen delimitados por el respeto a los cinco pilares del Islam y su estricta obediencia.

Esta es la clave primera y fundamental del sometimiento a Allah; el respeto de los cinco pilares del Islam. Y nótese que hablamos de sometimiento, porque este contrato, este Din, no se realiza de ninguna de las maneras entre iguales, sino entre lo más distante (y al mismo tiempo lo más cercano), entre el creador y el creado.

La Shahada simboliza el volverse por vez primera a Allah de una forma consciente y libre, la aceptación de que ante El no cabe otra cosa que el sometimiento y, a veces con el tiempo o de manera inmediata, la comprensión de la inmensa liberación que esto supone para el individuo.

En último término, y en tanto que primer paso del camino, la Shahada no es sino una tremenda misericordia por parte de Allah para con nosotros; su pronunciación debe pues realizarse con convencimiento y con dulzura, el convencimiento nace del espíritu y la dulzura brota del corazón.

A veces se dice que uno debe haber sentido la llamada del Islam para hacerse musulmán, sin embargo no debemos llevarnos a engaño; esta llamada puede experimentarse de tantas formas distintas como personas distintas existen. No hay un solo camino que conduzca a Islam, más bien al contrario, todos los caminos conducen aquí y todos son igualmente válidos.

¿De qué se trata entonces?, A mi modesto entender la llamada del Islam es una suerte de vibración que resuena distinta según el pecho en que se produzca. Es una forma de recuerdo, un despertar de alguna forma a lo original, un reencuentro con lo verdadero, con algo íntimo y auténtico que uno siempre ha llevado dentro; dicho de otro modo, un sentarse con uno mismo a las puertas del espíritu, con una sonrisa discreta y ánimo de reconciliación.

Pero de todo esto Allah sabe más, El es quien guía a quien quiere y extravía a quien quiere.

La illah illa Allah, muhaddmadam rasul Allah

Autor: Nizzar Vizcaino

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