La filosofía moderna, en general, ha abandonado las metas de la metafísica anterior por varias razones. En el centro del asunto está el antiguo debate sobre los princpios universales, un conflicto entre el enfoque esencialista de los «realistas» o los «realistas moderados», comprometidos con lo que se conoció como la vía antigua (el «camino viejo»), y el enfoque nominalista comprometido con la vía moderna (el «camino moderno»), defendido por William de Ockham (d. 1347) en el mundo cristiano, y posiblemente por Ibn Taymiyyah (d. 728/1328) en el mundo musulmán.
Cada vez más en Europa la filosofía y la teología se fueron separando, y la «doncella de la reina de las ciencias», sin ataduras a la teología, ahora era libre de establecer su propio dominio, con un énfasis especial en las ciencias empíricas; esto, por supuesto, no reconoció que la experiencia subjetiva replicable también es profundamente empírica. Finalmente, el proyecto general de fortalecer la creencia con la razón, que tanto preocupó a los filósofos en el pasado, fue en gran medida abandonado. Solo en la tradición católica y en el Islam oriental quedaron algunos vestigios de este proyecto.
Hoy en día, las ciencias religiosas están totalmente divorciadas de las ciencias «seculares», y las ciencias físicas, a su vez, están divorciadas de las consideraciones éticas de las ciencias religiosas.
Aquí radica la raíz de nuestra crisis actual: en Occidente, hemos elevado un tipo particular de razón y nos hemos divorciado completamente de la revelación, y, en el mundo musulmán, los musulmanes han elevado correctamente la revelación, pero en gran medida se han divorciado de la razón, lo que le otorgaría un fundamento metafísico sólido.
Los musulmanes abandonaron hace mucho la filosofía, tanto las ramas especulativas como las empíricas y sus actividades concomitantes, y en los últimos tiempos han adoptado ingenuamente la ciencia occidental y sus tecnologías concomitantes, que están cargadas de supuestos metafísicos materialistas; se ha prestado poca o ninguna atención a la agitación personal y social que la importación al por mayor de estas tecnologías podría tener en gentes y lugares.
Al hacer esto no han captado algo fundamental y consecuente: la ciencia occidental no se puede divorciar de su metafísica. Estas dos son inseparables. Es esta metafísica la que produjo su ciencia, y si uno adopta la ciencia de una civilización sin entender que es el producto de una cosmovisión particular, está adoptando sin saberlo esa civilización con todos sus atributos, incluidas sus dolencias sociales y espirituales. Esto no es una crítica de la ciencia; por el contrario, es una afirmación de que la ciencia vale la pena cuando sirve a una sociedad, y solo puede servir a una sociedad cuando las suposiciones que son parte de ella son espiritualmente sólidas, pero esto solo se puede determinar si esas suposiciones son expuestas y comprendendidas completamente. Es solo entonces que una sociedad puede tomar una decisión consciente sobre estos supuestos y si son compatibles con su propia cosmovisión, valores y tradiciones religiosas; si no son compatibles, sofocarán y suprimirán los preexistentes. En muchos sentidos, la adopción de la ciencia occidental y su cosmovisión materialista inherente ha tenido un efecto negativo no solo en las sociedades musulmanas sino en todo el planeta y sus habitantes, incluso en su flora y fauna.
Las preocupaciones morales de una cultura se dejan de lado demasiado a menudo en búsqueda del cientificismo y la adoración del ídolo del progreso. La ética, en particular, se empobrece cuando se ignora la metafísica. En América y en los países europeos, y en sus sociedades satélites que han adoptado la ciencia occidental al por mayor, encontramos ciertas consideraciones éticas humanistas basadas principalmente en preocupaciones utilitarias, pero sus defensores no ofrecen un método racional coherente para determinar qué es ético y qué no. Actualmente en Occidente, solo la Iglesia católica mantiene un riguroso enfoque ético enraizado en sus principios metafísicos, pero el fundamento metafísico no es fácilmente accesible para los laicos, y la Iglesia ha perdido su centralidad en la vida de muchos creyentes. Como tal, los resultados del riguroso razonamiento ético de la Iglesia son a menudo ignorados por muchos de sus seguidores, que deciden por sí mismos qué camino tomar, que es la esencia de la herejía (del griego, «elegir por uno mismo»).
En el mundo musulmán, las preocupaciones éticas actuales no se abordan metódicamente. Las herramientas filosóficas que permiten a los académicos hacerlo rara vez se enseñan y, cuando lo son, generalmente carecen de la profundidad y el rigor necesarios para elaborar respuestas creativas a los desafíos éticos y de otro tipo. Incluso la teología, cuando se enseña en los principales centros de aprendizaje islámicos, es en su mayoría una versión truncada, despojada de las profundas ideas metafísicas de sus anteriores propulsores. Al llegar el siglo XIX, los estudiantes de la Universidad Al-Azhar, en El Cairo, y otras instituciones, recibían resúmenes muy reductivos de trabajos teológicos profundamente complejos; la mayoría no tenía los antecedentes necesarios para comprender el contenido de tales trabajos.
Esta decadencia intelectual, moral, espiritual, e invariablemente política y económica, dejó a los musulmanes con una incapacidad total para responder de formar creativa a los desafíos actuales de la civilización, algo que las generaciones anteriores habían podido hacer cuando se enfrentaban a una crisis. Ante la ausencia de estas efectivas respuestas, las sociedades musulmanas se vieron abrumadas por los desafíos y cada vez más cayeron en el desorden y en modos reaccionarios autodestructivos. Invariablemente, esto provocó críticas de sectores no estudiosos descontentos dentro de la sociedad. Se presentaron nuevas narrativas para explicar el malestar de las sociedades musulmanas, echando la culpa directamente al abandono de las ciencias «mundanas» y en los eruditos que enfatizaban la espiritualidad y el «otro mundo», todo lo cual se consideraba que había debilitado la ventaja competitiva de los musulmanes frente a sus rivales históricos en Europa, lo que culminó en la colonización de las tierras musulmanas. Sin lugar a dudas, hay una parte de la verdad en este razonamiento, pero la causa principal de la decadencia, parece ser, fue la desviación del método filosófico de investigación en las ciencias físicas y metafísicas, que había florecido en el período inicial del dinamismo musulmán.
Este artículo es un extracto del Is the Matter of Metaphysics Immaterial? Yes and No por Shaij Hamza Yusuf publicado por Renovatio