En el Libro de Allah encontramos, al comienzo del ayat 143 de la Surat al-Baqara, una frase que significa:
“De este modo, hemos hecho de vosotros una comunidad que está justo en medio…”
Una “ummatan wasata”. El gran comentarista del Corán, al-Qurtubi, dice, junto con otros muchos que la palabra wasata, “en medio”, significa justo y equilibrado, que toma el camino intermedio entre dos extremos sin quedarse corto ni excederse. Y en el Sahih Bujariencontramos el hadiz en el que el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, dijo unas palabras que significan: “…para conseguir tu objetivo, adopta siempre un camino intermedio, moderado y constante”. Y esto lo enfatizó en el suceso de sobra conocido en el que se dirigió a tres Compañeros: uno de ellos pasaba toda la noche rezando, otro ayunaba todo el tiempo y otro insistía en permanecer soltero. El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, les dijo: “Fijaos en mí. Yo tengo más temor y taqwa de Allah que cualquiera de vosotros, pero ayuno y rompo el ayuno, rezo y luego descanso, y me caso con mujeres. Al que no le gusta mi sunna no está conmigo”. Es absolutamente evidente que en todo lo que hacía, sallallahu ‘alayhi wa sallam, era el hombre más equilibrado y moderado, y en casi todas las situaciones tomaba el camino intermedio y exhortaba a los demás a que hicieran lo mismo. En esta cuestión he comenzado remontándome a las fuentes del Islam ─el Libro y la Sunna─ para demostrar que el Islam es la definición no-extremista más contundente y que el extremismo no tiene lugar en el contexto del Din de Allah.
A lo largo de la historia islámica se demuestra que esto siempre ha sido así al ser el resultado de la yuxtaposición (amalgama) armónica, bajo el gobierno islámico y durante muchos siglos, de muchos sistemas de creencia y formas de cultura en partes muy diferentes del mundo, demostrando con ello, sin el menor atisbo de duda, que dondequiera que se establece el Islam de forma correcta y completa, esta es la situación más normal. Esto es justo lo opuesto de lo que ha ocurrido en muchos de esos lugares donde el gobierno islámico fue reemplazado por otros sistemas políticos. Lo ha expresado de forma diáfana uno de los grandes ‘ulama del Islam ─siendo una ironía que es alguien que luego fuera adoptado como autoridad por una gente a la que puede calificarse sin ambages de extremista─ el destacado discípulo de Ibn Taymiyya, Ibn al-Qayyim, que dijo: “En todo lo que Allah nos ha ordenado, hay dos caminos en los que Shaytán viene para incitarnos: bien a que nos quedemos cortos y lo abandonemos, o que nos excedamos en ello. El Din de Allah reside justo en medio de los que abandonan la acción y de los que son extremos o se exceden. Es como un valle entre dos montañas, la guía entre dos tendencias al extravío, un camino encomiable entre dos caminos que son censurables”.
Me extiendo en este tema justo al comienzo de esta charla por dos razones: En primer lugar para desvincular al Islam de toda conducta cuya naturaleza es verdaderamente extremista ─algo de lo que hablaré más adelante─ y en segundo lugar, y no menos importante, para declarar sin rodeos que todo comportamiento que se incluye de forma genuina entre los parámetros de la práctica islámica auténtica, nunca podrá calificarse de extremista. Es necesario decirlo porque, hoy en día, la palabra “extremismo” se utiliza en todas partes en conexión con el Islam y de tal manera que, la conducta normal, ortodoxa de los musulmanes más comunes, se considera extremista por los no-musulmanes. Sirva de ejemplo un caso reciente que ha ocurrido en Inglaterra: una joven enfermera musulmana, que hasta ese entonces no llevaba pañuelo pero que empezó a hacerlo, fue denunciada por exhibir tendencias extremistas y sometida a interrogatorios interminables por los servicios de inteligencia. Otro ejemplo tuvo lugar en una escuela donde el 90% de los alumnos son musulmanes. En algunas paredes se pusieron carteles con caligrafía árabe, hecho que fue considerado como muestra de extremismo por los inspectores del gobierno.
Lo cierto es que, por parte de los que no son musulmanes, existe una ignorancia lamentable con respecto a lo que los musulmanes normales creen y hacen, incluso entre la gente que tiene todas las razones para estar mejor informada. Esto ha facilitado en gran medida acusar de extremismo a los musulmanes que no hacen más que cumplir con los dogmas básicos de su Din haciendo que, para los no musulmanes más corrientes, sean todos extremistas. La mayoría de nosotros, por ejemplo, dedicamos cada día un mínimo de hora y media para hacer el total de las cinco oraciones cotidianas, y algunos incluso mucho más que ese tiempo. Para la enorme mayoría de los miembros agnósticos de nuestra sociedad, abrumadoramente laica, esto parece una cantidad de tiempo enorme para dedicarlo a la adoración religiosa de cada día. Pero para un musulmán es absolutamente normal. Y no hace mucho hemos completado el Ramadán. Para la mayoría de la gente, estar sin comer ni beber durante unas diecinueve horas cada día y durante todo un mes, es algo inconcebible. Y sin embargo, millones de musulmanes de todas las edades lo hacen con toda naturalidad y se benefician de ello en gran medida. Lo que ocurre es que, para mucha gente de nuestros días, esto parece algo extremo.
Esto no tendría importancia si no fuera porque nuestros gobiernos hablan de la “amenaza del extremismo” y declaran estar decididos a “derrotar el extremismo cueste lo que cueste”. Sin embargo, el extremismo nunca aparece claramente definido y, tal y como hemos visto, es muy fácil aplicar esta etiqueta a musulmanes corrientes que lo único que hacer es vivir con toda normalidad. En lo que respecta al Islam, ¿cómo van a saber los no musulmanes lo que es extremista o no lo es? Muchos hombres musulmanes tienen barbas largas y pobladas, y la mayoría de las mujeres musulmanas cubren sus cabellos. Y como ya he dicho, a veces esto se califica de extremismo. En una ocasión que iba a regresar en avión a Londres desde Granada, un par de hombres con barba se pusieron a hablar en punyabi. Un cierto número de pasajeros dijo que no querían hacer el viaje con ellos a bordo, y la policía española les hizo descender del avión. Por supuesto que no eran más que unos musulmanes británicos, que como muchos otros más, estaban disfrutando de unas vacaciones; pero fueron considerados extremistas peligrosos. Algo parecido volvió a ocurrir hace unos días cuando otro joven musulmán inofensivo fue hecho descender de un vuelo a instancias de un pasajero histérico que le había oído decir por teléfono “insha’allah” cuando hablaba con otra persona. No, no hay duda de que este alegato extremista es muy real y tiene consecuencias inmediatas para un número cada vez mayor de musulmanes corrientes y que cumplen con la ley.
El punto al que quiero llegar con todo esto es que, al presentar como enemigo público de esta época un extremismo totalmente indefinido y directamente vinculado al Islam, hay un peligro muy real de etiquetar como extremistas a todos los musulmanes. Esto es algo que afecta tanto a los musulmanes como a los que no lo son. Cuando le preguntaron a una madre musulmana de tres hijos que residía en Birmingham, qué opinaba de un discurso que había dado el año pasado el Primer Ministro hablando del extremismo, dijo: “Yo tengo una pregunta para David Cameron: ¿Cree él que es aceptable ser un musulmán practicante? Lo cierto es que el concepto de un Islam extremista no ha sido definido con claridad. Yo soy una musulmana practicante y sigo el camino del Islam, ¿significa esto que se puede considerar que estoy incluida en ese extremismo?” Este interrogatorio dio como resultado una pregunta que se hacen millones de musulmanes. Y en lo que respecta a lo que piensan sobre esto los no musulmanes, no tenemos que más fijarnos en un informe del gobierno británico que dice que la percepción pública del Islam está condicionada por lo siguiente: “La falta de comprensión de lo que es el Islam se debe a la falta de sensibilidad en el uso del lenguaje y las percepciones que se tienen del Islam y, por otro lado, el asumir, de forma mal informada, que las enseñanzas del Islam son extremistas de por sí. Las informaciones de los medios de comunicación cuando hablan de grupos extremistas marginales no hacen sino aumentarlo…”
¿Cómo es posible que hoy en día sea tan fácil acusar a los musulmanes normales de ser extremistas cuando, por definición, el Islam no es extremista sino que es, de forma categórica, un camino intermedio? Lo que ha ocurrido es que en los últimos cincuenta años, más o menos, la medida de lo que es un ser humano equilibrado ha cambiado de forma dramática. Hasta la mitad del siglo pasado, el escenario moral de la inmensa mayoría de la raza humana estaba firmemente basado, como había ocurrido durante siglos, en actitudes que procedían en gran medida de textos revelados por la Divinidad. Mis abuelos, por ejemplo, que no eran en absoluto puritanos o moralistas, se habrían encontrado mucho más a gusto en el mundo moral que habita la gran mayoría de los musulmanes que en lo que propugna la ortodoxia liberal del año 2016. Lo cierto es que habrían considerado como desviación extrema varias de las cosas que hoy se asumen como conducta humana equilibrada. La realidad es que lo que hoy considera como normal la actitud generalizada de la gente del siglo XXI, está muy lejos de lo que se tenía como equilibrado y término medio hace apenas medio siglo.
El equilibrio y la moderación en la conducta humana residen en aferrarse a la Sunna del Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, y no en adoptar lo que hoy nos venden como moderación los políticos y los medios de comunicación. Debemos ignorar sus definiciones y negarnos a complacerlos, porque ellos no estarán complacidos con nosotros hasta que no hayamos abandonado por completo nuestro Din. En lo que sí debemos concentrarnos, es en complacer a nuestro Señor y vivir según Sus parámetros, algo que nos ha sido establecido con toda claridad con el ejemplo de la primera comunidad. Este es nuestro camino intermedio; este es el camino de en medio. Y el camino del Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, y sus Compañeros, radî-Allâhu anhum, es una carretera ancha y despejada que permite una gran diversidad y diferencias de opinión, desde seguir de forma estricta la letra de la ley tan característica de Ibn ‘Umar, al iŷtihad y dilatada interpretación de Ibn Abbas; del rigor de ‘Umar ibn al-Jattab a la gentileza de Abu Bakr. Todos ellos estaban incluidos en ese camino intermedio y equilibrado que es el Islam. Y esto nos lleva de nuevo a lo que dijo Ibn al-Qayyim y que ya he mencionado: “Los verdaderos extremistas son lo que extravía Shaytán haciendo que abandonen el Din o se excedan en él”.
Los que abandonan el Din, que a ojos de los musulmanes normales son definitivamente extremistas, no son considerados como tales por los árbitros morales de esta época; de hecho los consideran representantes liberados de la ortodoxia actual, defensores aplaudidos del mundo de nuestros días, iluminado e inmoral, en el que cualquier tipo de discriminación, sea en el terreno que sea, se condena por erróneo. Lo que hoy se considera un Islam moderado y equilibrado a ojos de muchos no musulmanes y, por desgracia, de un número cada vez mayor de los que se creen musulmanes, no es más que el extremo opuesto, tafrit, el abandono de la acción y del Din, el Islam como una serie de principios sin definir y no como conjunto de parámetros legales más que claros; son los, así llamados musulmanes, que sólo se diferencian del resto de los ciudadanos en el nombre y en una serie de prácticas culturales.
El otro extremo ─los que cometen excesos violentos en el nombre del Islam─ son considerados extremistas por los musulmanes y por los que no lo son. Y para fijarnos en esa gente desviada me gustaría mencionar un jutba que dio mi hijo Shayj Habib hablando de este tema. Me siento autorizarlo para hacerlo por una conversación que tuve con nuestro amado Shayj cuando le vi en Ciudad del Cabo en el mes de abril. Shayj Habib se mencionó en la conversación y yo dije a Shayj Abdalqadir que lo que dijo en el jutba es lo que a mí me gustaría decir, solo que él lo decía mejor. El comentario del Shayj surgió como un relámpago: “No, no; ¡él dice lo que tu deberías decir, solo que tú lo dirías peor!” Entre muchas otras cosas, esto me demostró que nuestro Shayj está firmemente asentado en el camino de la recuperación!
Shayj Habib decía que los extremismos tipo al-Qa’da, ISIS y los que están influenciados por ellos, limitan el alcance del Din y lo colocan dentro de los parámetros más estrechos. De ser algo orgánico y vivo, transforman el Din convirtiéndolo en una cosa en blanco y negro, algo que no existe en la vida real sino solamente en las páginas de sus libros y en los rígidos contornos de sus intelectos inflexibles. Todo lo que aprenden del Din está divorciado de las circunstancias y despojado de su contexto histórico y las realidades globales y sociales de nuestra época. Sus interpretaciones hechas al pie de la letra, a las que les falta conocimiento y sabiduría, son meramente trasplantadas a sus entornos y sus vidas. Son como un cirujano cardiólogo mal formado que separa el corazón de un cuerpo, pero no tiene la menor idea de cómo mantenerlo con vida y luego acoplarlo a la persona que lo necesita. A fin de cuentas, lo único que hace es matarlos a todos.
Y esto es lo que vemos en el ISIS y los de su calaña. La verdadera aplicación de las ayats coránicas, que ellos utilizan de forma incorrecta para justificar sus crímenes execrables, se puede encontrar en las acciones del Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, y no en los límites rígidos de sus intelectos. ¿Qué hizo el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, cuando entró en Mecca? ¿Mató a todos esos idólatras que se habían opuesto y luchado contra él durante los veinte años anteriores llegando a expulsarlo de Mecca? No; lo que hizo fue concederles una amnistía sin condiciones. Él sabía que las palabras de Allah tenían que leerse y entenderse en conjunción con el mandato Divino: “Lucha en el nombre de Allah contra los que te combaten, pero no traspases los límites. Allah no ama a los que van más allá de los límites”. Existen límites, y esos límites se conocen gracias al ejemplo del Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, y sus Compañeros, radî-Allâhu ‘anhum. Los musulmanes deben fijarse en ellos para obtener la guía.
Esos extremistas han sacado de contexto una serie de ayats y han persistido en interpretarlas de forma literal sin restricción alguna, una actitud frecuente en esta época de información excesiva y conocimiento insuficiente. Hay toda una serie de ‘ulama en el internet cuyos estudios del Din están limitados a una lectura falta de guía y de contexto, de muchos libros y tratados. En su tarea de pervertir el Islam, cuentan con la complicidad de los medios de comunicación liberales y neoconservadores en los que se atacan y critican de forma incesante los valores y las verdades del Din. Debido a ello, muchos jóvenes musulmanes, psicológicamente vulnerables, se ven seducidos por una ideología extremista que no tiene nada que ver con el conocimiento islámico, y más en concreto, con ese camino intermedio, equilibrado, que siempre ha sido el Islam verdadero. Los extremistas abandonan el Din verdadero para crear otro con nuevos parámetros, aventurándose a entrar en territorios desconocidos que están muy lejos de seguir la Sunna del Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, y burlándose de la gran tradición de la genuina enseñanza islámica que ha sido atesorada y mantenida viva para nosotros, a lo largo de los siglos, por los grandes awliya y los ‘ulama de cada generación.
A pesar de que a la hora de defender sus posturas, los extremistas de cada opuesto consiguen siempre presentar justificaciones engañosas relacionadas con el fiqh, la razón fundamental de lo que hacen se puede encontrar, no en la doctrina religiosa, sino en un desequilibrio psicológico. Muchos de los que abandonan el Din, transigiendo con kufr hasta un punto inaceptable, lo hacen para dar rienda suelta a sus apetitos físicos. Otros lo hacen llevados por un deseo irresistible de confrontar las normas sociales vigentes; dicho con otras palabras: lo que impera en sus seres, es el interés por lo que piensan de ellos los demás, en vez de lo que complace a Allah y a Su Mensajero. Los que van al otro extremo y siguen el camino de la violencia, son con frecuencia personas con un frágil sentido de su propia identidad que actúan llevados por la necesidad de engrandecerse a sí mismos. Hay otros que toman ese camino para satisfacer impulsos agresivos y crueles profundamente arraigados.
La única cura para estos graves desequilibrios, es que la gente incorpore en sus vidas el Din completo y, más en concreto, que al hacerlo incluyan el elemento del Ihsan. Para todos los musulmanes es esencial conseguir que la purificación del corazón sea un elemento integral de la práctica cotidiana de su Din, esto es, que emprendan el camino del tasawwuf. Imam al-Ghazali confirmó que este camino es obligatorio para todo musulmán, y Shayj Shadhili dijo que, el no tomarlo, conduciría a la muerte en un estado de grave acción incorrecta sin ni siquiera darse cuenta de ello. No hay duda de que la conducta de todos estos grupos extremistas lo demuestra más que de sobra. Tal y como nos dijo el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, en un hadiz fundamental: “En el cuerpo hay un trozo de carne. Si está sano, el cuerpo entero estará sano; si está corrompido, el cuerpo también lo estará. Es el corazón”. Si el corazón está sano, no son concebibles las actitudes desequilibradas que llevan a la conducta extremista. Pero si ésta existe, significa sin duda que el corazón de quien actúa de esa manera no está bien. El objetivo del tasawwuf es arreglar el corazón.
Este no es el momento ni el lugar para extenderse sobre el tema del tasawwuf. Lo cierto es que siempre me ha parecido una ironía que se haya hablado y escrito tanto sobre un tema cuya realidad no se puede describir con más palabras que ‘el sabor de la miel’. Puedes ser tan elocuente como quieras, pero al final, solo la experiencia de la degustación te permitirá saber de qué se trata en realidad. No obstante, hay una cosa que Shayj Abdalqadir ha enfatizado una y otra vez en los tiempos más recientes: la realidad del tasawwuf siempre se manifiesta en lo externo en la forma de una conducta sublime. En una definición vemos que se dice: Tasawwuf kulluhu adab – el tasawwuf no es más que buena conducta (adab). Otra dice que el significado verdadero del tasawwuf es: “La conducta noble de la gente noble en un momento noble”. Ibn al-Farid dijo:
“Depura el carácter de los que lo practican.
Y con ello, a los que les falta decisión son guiados hacia ésta.
Aquél cuya mano no sabía cómo dar, se convierte en magnánimo.
Y el que nunca perdonaba, se contiene incluso cuando está enfadado”.
Al comentar estos versos, Shayj Ibn ‘Aŷiba dijo: “Al mal carácter le sustituye el bueno y a la pereza le sustituye la energía y el vigor. La avaricia y la tacañería son reemplazadas por la generosidad y la dadivosidad. La ira, el rencor, la irreflexión y la violencia se transforman en abnegación, dulzura de corazón, tranquilidad, resolución y compostura. El miedo, la ansiedad y el desánimo se convierten en valentía, certeza e independencia de todo lo que no es Allah. La duda y la confusión se transforman en certeza y tranquilidad. La gestión excesiva de los asuntos y la elección, se convierten en aceptación, sumisión y serenidad ante los golpes del destino. El orgullo y el deseo de posición elevada, rango y liderazgo, son remplazados por la humildad, la paz interior y el amor por la oscuridad. El amor por este mundo, la codicia y la deshonestidad, se sustituyen con el desapego, la aceptación y la escrupulosidad. La riqueza está con Allah en vez de con lo que no es Él. Cortejar a los ricos y aliarse con ellos, queda sustituido con el apartarse y no necesitarlos; y alardear de estar conectado con ellos, queda reemplazado con estar satisfecho con el conocimiento de Allah. El desdeñar y menospreciar a los pobres se sustituye con el ensalzarlos y elevarlos, estar cerca de ellos y amarlos”.
Dicho con otras palabras: todos esos defectos peligrosos del nafs que encuentran su desastrosa manifestación negativa en el extremismo, con el tasawwuf se transforman, en el peor de los casos, en debilidades inofensivas o, en el mejor de los casos, en características positivas que entran en acción. Lo que ocurre, es que estas cualidades de carácter engendradas por la práctica del tasawwuf, por la aplicación activa de los tres elementos que componen el Din de Allah, no son algo abstracto en absoluto. Tienen un efecto dinámico e inmediato en las vidas de todos los que las encarnan y de los que entran en contacto con ellos. Imam Sulami hizo una relación de las formas en lo que esto ocurre:
- Llevan alegría a las vidas de sus compañeros y satisfacen sus necesidades al máximo de sus posibilidades.
- Pasan por alto las injusticias que sufren, pero son firmes cuando se trata de que ser justo con los demás.
- Evitan criticar a sus compañeros y no tienen en cuenta los errores que éstos cometen.
- Se contienen a la hora de sentirse ofendidos y son extremadamente cautelosos para no causar afrentas.
- Son rígidos con respecto a la práctica de su Din, pero tienen cuidado a la hora de imponer ese mismo rigor a sus compañeros.
- Son generosos y magnánimos.
- Son afables con sus compañeros.
- Permiten a sus compañeros que usen sus cosas como si fueran suyas.
- Son hospitalarios e invitan a la gente a compartir su comida.
- Se aseguran de que sus amigos y vecinos tienen lo que necesitan.
- Se contentan con poco, pero desean que los demás tengan mucho.
- Siempre dicen la verdad.
- Cumplen con su palabra y protegen lo que se les confía.
- Les encanta compartir las alegrías de sus compañeros.
- No se jactan de sí mismos ni de sus buenas acciones.
- Buscan la buena compañía y evitan la mala como si fuera la peste.
Esta es la verdadera imagen del Islam en acción, una imagen que está a miles de kilómetros de las atrocidades que cometen en el nombre del Islam los extremistas del ISIS, al-Qa’ida y sus seguidores asesinos. Nuestra aplicación del Din de Allah debe medirse por la forma en que encarnamos estas cualidades, o por la incapacidad de hacerlo. Una y otra vez nos encontramos con el hadiz del Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, que dice: “Solo he sido enviado para perfeccionar las cualidades de carácter”. Sobra decir, por supuesto, que tenemos que vivir según los amplios parámetros legales que tan bien definen el Libro y la Sunna, pero nuestro Din será expresado y transmitido según la forma en la que nos relacionamos con los demás y con la sociedad que nos rodea. Nunca podemos olvidar que Allah solo nos ha creado para adorarle, que la única razón de nuestra existencia en este planeta es adorar a nuestro Creador. Para esto, y solo para esto, existe nuestro Din. Las nobles cualidades de carácter de las que habla nuestro Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, tienen una parte crucial en esta adoración y son parte integral de la misma. En su esencia son un reflejo de los Nombres y Atributos Divinos, el medio por el cual la Luz de Allah se hace accesible a los demás seres humanos. Esto es lo que tenemos que ofrecer a la humanidad, a nuestros compañeros en este mundo. Esta es la verdadera manifestación externa de este camino intermedio y equilibrado que es el Islam.
Allah nos dice en la Surat ar-Rahman:
Él ha elevado el cielo y ha puesto la balanza
para que no abusarais al pesar. (55: 7-8).
Se ha quebrantado el equilibrio. El mundo en el que vivimos atraviesa un estado de desequilibrio peligroso. Los estados que contienen un equilibrio natural han sido extralimitados de forma desastrosa en cada ámbito de la actividad y el comportamiento humanos. La única posibilidad de restaurar el equilibrio está, en cuanto musulmanes que somos, en nuestras manos.
“Allah atestigua que no hay dios sino Él,
así como los ángeles y los dotados de conocimiento,
manteniendo el equilibrio.
No hay dios sino Él,
el Insuperable sin igual, el Sabio.
Realmente la práctica de Adoración ante Allah es el Islam”. (3: 18-19).
Shaykh Abdalhaq Bewley
24 de Julio 2016, Granada