Frédéric Kanouté lleva ya 5 años retirado del fútbol, pero no para quieto. Desde hace unos meses comparte escenarios por todo el mundo con personas como Emi Mahmoud, ex refugiada de Darfur y campeona del mundo de Poetry Slam, o Rouba Mhaissen, una economista y activista siria clasificada por la revista Forbes como una de las personas más influyentes del planeta menores de 30 años.
La gira acompaña el lanzamiento del libro titulado How To Do Good, que reúne historias personales extraordinarias de líderes de pensamiento, celebridades, ganadores del Premio Nobel, emprendedores sociales, filántropos y gente de otros ámbitos que conducen e inspiran a todos a mejorar.
¿Su objetivo? «Inspirar a la gente a tomar medidas positivas», explica Kanouté a sus 39 años en una entrevista en The Guardian.
Pero antes de contar cómo Kanouté hace el bien, es interesante preguntarse por qué lo hace. Como rico ex futbolista podría llevar una vida de lujo sin límites pasando de los problemas ajenos, pero él no puede abstraerse.
Aunque naciese en Francia, jugó para la selección de Mali, de donde sus padres son originarios. Aquellos viajes al país africano en su adolescencia le hicieron darse cuenta de lo que sufría allí la gente y las desigualdades entre un mundo y otro.
«No puedo cerrar los ojos. Recibí una educación buena y humilde y me convertí al Islam cuando tenía 20 años. Leía mucho y siempre me atraían los asuntos espirituales, así que sentí que mi vida debía tener un propósito, que no se trataba sólo de trabajar, comer, dormir y hacer lo mismo cada mañana. Siempre sentí que el hambre era útil. Tenía que ayudarles», explica.
Por ese motivo contruyó el Sakina Children’s Village, un complejo a 30 km de Bamako, la capital de Malí. Lo abrió para dar hogar, atención sanitaria y educación a huérfanos que habían estado viviendo en unas condiciones terribles. Actualmente tiene unos 65 residentes, pero planea aumentar ese número a 150.
Algunos de los primeros niños en llegar hace casi una década pronto dejarán el centro para entrar en el mundo laboral con una formación.
Su fe es la que provoca que no se quede en una mansión sobando fajos de billetes y participe en charlas por todo el mundo.
« Nunca me he disculpado por ser musulmán. A menudo vemos que antes de hablar algunos musulmanes tienen casi que sentir pena por serlo. Tienen que demostrar o justificarse que no son terroristas o lo que sea antes de que se les permita hablar y no me gusta esto, porque no se sienten asociados con los tipos de comportamiento que ciertos musulmanes o ciertos cristianos han hecho», explica el futbolista que mandaba mensajes de apoyo a Palestina en los terrenos de juego.
«No me siento asociado con el tipo de cosas terribles que han hecho personas que a veces ni siquiera podemos llamar musulmanes. Se trata de crear puentes. La gente que nos gobierna está utilizando este tipo de cosas para sus intereses personales y para obtener votos, pero creo que si vas a la calle la gente es mucho más tolerante».
En definitiva, Kanouté cree que el gran desafío es que la población no tema del musulmán, sino que todos luchen juntos contra aquellos que atentan contra la vida.