19 Mayo 2023
Conferencia de Sidi Karim Viudes, rahimullah, impartida por Hayy Khalid Nieto en el 12º Festival Islámico de Mertola.
Cuando hablamos de «creyentes» y » no creyentes» ¿en qué creemos que hay que creer o no creer? Cuando hablamos de «cultura secular» en contraposición a «fe religiosa» ¿a que «cultura» y a que «fe» calificamos? Cuando hablamos de cultura, civilización, religión, opinión común o publica, política, guerra, paz, patria, justicia, liberalismo, mundialización, terrorismo… ¿De qué hablamos? ¿Qué es lo que debatimos? ¿Por qué peleamos, bombardeamos y matamos? ¿Por causa de la religión? ¿De qué religión hablamos y con que fundamento, si ni siquiera sabemos que cosa es religión?
Si de verdad queremos hacer algo en el camino de la paz en esta edad de plomo que nos ha tocado vivir, una de las precauciones que debemos tomar, es lograr que una masa crítica de personas de influencia, se de bien cuenta del grado de confusión que se da en el debate público en torno a las grandes cuestiones que abordan en los medios de comunicación de masas, gentes que jamás han hecho la menor reflexión sobre el significado de las palabras por las que disputan.
Una de las mayores groserías del debate mundial es el contraste que se da entre la importancia humana de la actividad religiosa y el desconocimiento con que se desprecia el hecho religioso.
Pero ¿No es esta la actividad de todos los fanáticos a la hora de considerar cualquier religión fuera de la suya? ¿No será que estos supuestos laicos’ son en realidad creyentes de una religión solapada tras el mascarón de la política…?
En estos tiempos de ocultación de la realidad, la contribución que la tradición musulmana puede desempolvar es la impecable tesis sobre el significado del término «religión, que expuso en el Damasco del siglo X de la era común, Alfarabi de Afganistán.
Alfarabius – que es el nombre latinizado con el que entró en la naciente universidad europea – en su opúsculo «Kitab al Millat wa nusus ujra» Tratado de la Religión y otros términos- dice:
«La sociedad religiosa -Millat- y el compromiso vital -Din- son dos términos casi sinónimos, y también lo son el código religioso – Shariat- y la norma sancionada por la tradición -Sunna-. En la mayoría de los casos el código religioso y la normativa tradicional indican y se aplican solamente a una de las dos partes de la religión: las acciones prescritas. Pero también a veces las opiniones admitidas pueden llamarse código religioso – Shariat-. Y en este caso código, creencia y culto son términos sinónimos. La «religión» pues consta de dos partes: definición de opiniones y determinación de acciones.»
Alfarabi nos habla aquí de culto y creencia en el mismo sentido que J.P. Sartre habló de «teoría y compromiso» respecto a la ideología comunista. Más adelante analiza el contenido de la creencia:
«Las opiniones que deben ser compartidas en la sociedad religiosa – Millat- son tres: una trata sobre el principio, otra sobre el final y la tercera sobre lo que media entre ambas…»
A partir de esta magistral exposición de principios, fines y proyectos, Alfarabius desentraña el significado correcto de los términos coránicos Millat y Din. Que son los que indiferentemente se traducen como religión.
En términos comprensibles tomados del lenguaje de hoy día, podemos resumir la percepción Alfarabiana del significado del término «religión», de la siguiente forma:
La creencia en que vivimos contiene tres elementos:
Un principio que llamaremos visión del mundo. Un fin que es alcanzar la felicidad, y un medio que es el proyecto adecuado para lograr este fin.
Las formas de ver el mundo pueden ser tan numerosas como incontables son los matices de la idiosincrasia humana.
Pero ante el caso de la creencia universal en la certeza de la muerte. Todas las creencias se polarizan en torno a dos certezas que se contradicen mutuamente sin posibilidad de síntesis. A no ser que la pretendida síntesis no sea otra cosa que el autoengaño propio de los hipócritas. Ante la rotunda verdad de la muerte sólo caben dos opiniones contrapuestas: una es la de los que sólo creen en esta vida, otra la de los que creen en otra vida ultramundana. Para los primeros el anhelo será tener lo mejor de este mundo, para los segundos: obtener lo mejor de este mundo y también lo mejor del otro.
Siguiendo el método de Alfarabi podemos establecer esta hipótesis:
Procurar la subsistencia y librarse de la ansiedad por la existencia son los dos impulsos básicos de la actividad humana.
Pero tanto uno como otro empeño es lógico que se vean condicionados por la forma particular en que ve el mundo cada individuo o grupo humano.
Esta visión es la que determina la idea de la felicidad anhelada, que es la que incita a imaginar los medios para librarse de la ansiedad de subsistir, ya sea como intento de liberación personal o como proyecto social.
El proyecto social está supeditado a la peculiar visión del mundo y de la felicidad predominante en cada lugar y clima conforme a la fase del proceso de civilización en que se encuentran sus gentes y de acuerdo con el poder de decisión de sus dirigentes, la voluntad de sus elites y el conocimiento de sus sabios.
La creencia en que vivimos es el último elemento que da razón del carácter social o individual de los humanos.
La creencia en que vivimos es la que crea el vínculo social que se manifiesta en la forma de la organización social, el lenguaje, la ética, la estética, los usos y costumbres y los ritos.
Los antiguos pueblos latinos llamaron a este entramado de relaciones vinculantes «religión». Los modernos europeos, quizás por su preferencia del culto sobre la creencia «cultura» pero en esta hipótesis tanto religión como cultura deben entenderse como el proyecto de bienestar social transmitido de generación a generación bajo la forma de una firme creencia.
En esta transmisión tradicional se contiene la creencia en la que viven los pueblos. Esta fe en los propios valores se encuentra difusa de forma sutil y en mayor o menor grado tanto en la mentalidad de las masas como en la racionalidad de sus elites.
La continuidad de la creencia que justifica al proyecto social se mantiene por el recuerdo de mitos, por el sonido de cantos, por el cumplimiento de ritos o por la lectura y relectura – re-legio- de los libros que cada pueblo cree que contienen las razones de su forma de ser y su modo de estar en el mundo.
Estos recuerdos contienen o bien revelaciones, o bien fragmentos de memoria que nos llegan del tiempo de los sueños. Pero en el caso de los libros canónicos -revelados, jurídicos, históricos, clásicos, o simplemente consagrados por un uso ancestral- hablamos de libros elegidos, re-leidos y re-elegidos que religan sin ser sometidos a crítica ni a elección de parte. A la palabra religión se le dieron estos tres sentidos: para Cicerón significaba re-ligar, para San Agustín re-leer, para Santo Tomás re-elegir. La religión no soporta una re-visión.
La revisión de «los libros» anuncia el germinar de una nueva visión intelectual del mundo que presagia un cambio revolucionario.
Los cambios decisivos en el rumbo de la historia solo acontecen tras un giro total de la creencia en que vivimos. Los gentiles seguidores de Jesús hijo de María, sobre ambos la paz, adoptaron el término judeo alejandrino «metanoia» «cambio del yo» (nafs) para describir la experiencia de su conversión del paganismo al monoteísmo mosaico. Sin esta metanoia, todas las mudanzas que se puedan dar en el campo mental que ocupan las ideas sólo traerán revoluciones que, tras un cambio de elites políticas, retrotraen a la misma situación desesperada que motivó el intento revolucionario.
Cada vez se hace más peligroso preguntar sobre el fundamento del ideal de felicidad que justifica la presente degradación hasta la corrupción de las cosas de este mundo.
Pero aún es más difícil responder con certeza, si este estado de bienestar bello y perfecto que todos anhelamos es posible que se plasme en este mundo, en el otro, en ambos, o en ninguno.
La respuesta adecuada depende de la pregunta correcta… Las visiones son respuestas a la forma de mirar el mundo y la existencia.
Los anhelos son preguntas sobre el incierto destino de nuestra personalidad en la esfera de la no existencia. Las visiones y los anhelos forman la trama y la urdimbre de los proyectos humanos.
De este entramado secular de ilusiones y deseos éticos depende la estética de los realces, dibujos y colores, que confieren su estilo singular al abigarrado tejido social en el que viven intrincados los caracteres y las conductas de los seres humanos.
El Corán dice: «…es cierto que Allah no cambia lo que una gente tiene hasta que ellos no han cambiado lo que hay dentro de sí mismos…» (C XIII-12)
La definición «no religiosa» del término «religión» es extremadamente importante. Pero lo que parece difícil es sencillo si aplicamos el método adecuado. Es necesario definir la «religión» desde fuera del debate religioso evitando sobre todo la crítica dialéctica. Habrá que hacer un esfuerzo para atestiguar los hechos mirando objetivamente la inveterada actitud religiosa de los seres humanos.
En el ambiente social que produce la creencia en la que vive el hombre deísta-consumista moderno, no existe una conciencia de este problema. Es necesario un cambio en la percepción del mundo que permita abrir las mentes a la comprensión de la necesidad de un cambio de la esfera político social que nos agobia. Y es necesario que esta nueva percepción se convierta en historia. Para lo cual esta conciencia que queremos salvar debe representar un valor para el presente a fin de que su contenido se integre en el campo actual de la existencia.
La utilidad de estas conferencias, en mi opinión, sólo se puede encontrar en la defensa de los valores religiosos que pertenecen al acervo ancestral de todos los humanos, frente a opiniones tan tendenciosas sobre la religión como las que se pueden leer en los estúpidos panfletos «EL FIN DE LA HISTORIA» o «EL CHOQUE DE CIVILIZACIONES». Hacer frente común en defensa de la dignidad y la nobleza de la tradición profética de la humanidad que hoy se ve relegada al desván de la historia, significa trabajar en el camino de la paz que a todos nos atañe.
Y quiero despedirme con las palabras de un gran hispano musulmán del siglo XI, Ibn Hazm el andalusí:
«Toda mi vida me he esforzado para encontrar una meta en la vida que todo el mundo sin discusión reconociera excelente y digna de que se luche por llegar a ella. Sólo he encontrado una: librarse de la ansiedad…disipar la ansiedad es el objetivo en el cual todas las naciones concuerdan. Cuando llegué a esta gran pieza de sabiduría…empecé a buscar el camino que realmente me permitiera disipar la ansiedad…yo la encontré en una sola cosa: en la acción de volverse a Allah Omnipotente y Sabio con buenas obras hechas con la mirada puesta en la eternidad… «
«Por tanto debemos comprender que sólo existe un objetivo que merezca la pena de hacer un esfuerzo por alcanzarlo. Y este es: acabar con la ansiedad; y sólo un camino conduce a él y es el servicio a Allah Altísimo y Misericordioso. Todo lo demás es equivocación y absurdo.»
«…no uses tu energía excepto en una causa más noble que tu ego. Tal causa sólo puede ser encontrada en Allah mismo, el Todopoderoso: proclamar la verdad, defender el derecho de la mujer, rechazar toda humillación que tu Creador no te ha impuesto, ayudar a los oprimidos… Cualquiera que use su energía vital en busca de las vanidades de este mundo es como el que cambia gemas por grava.
No hay nobleza en los hombres sin fe. El hombre inteligente sabe que el único precio adecuado para vender su alma es un puesto en el paraíso»
Granada, 21-Saban-1424
18-octubre-2003
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