Hay un defecto inherente a la cosmovisión actual, la cual domina nuestros intelectos y acciones y causa nuestra situación actual, tanto a nivel planetario como humano. Este defecto es que queremos -y pretendemos- actuar en el mundo como si tanto nosotros, como la tierra y todo ser viviente no fuese sino materia dura y fría; obviando la realidad invisible -e inconmensurable- que subyace detrás de todo. Y, en primer lugar, obviando la Realidad Divina.
Esto ha dado como resultado una variada gama de ideologías que compiten por atrapar nuestro entendimiento, mientras todas emergen de un mismo lugar. Adherirse a una de estas ideologías -o a cualquier ideología- es contrario a la naturaleza. La naturaleza no es un sistema, decía Goethe. Y el Islam es naturaleza. Esto, a su vez, ha dado como resultado nuestra situación actual.
Nuestra situación es “a cause de lo que se buscaron vuestras manos”. Sería difícil discutir esto, ya sea desde la perspectiva de un creyente o no. La cosmovisión científica actual está basada en la relación entre causa y efecto. Lo que estamos viendo es el resultado de lo que nosotros hemos causado:
Cualquier dolor que os aflija es a causa de lo que se buscaron vuestras manos, sin embargo, Él perdona muchas cosas. (Corán, 42:30)
Sin embargo, no es un tipo de castigo divino por nuestra irreligiosidad. Allah nos dice que “Él perdona muchas cosas” y el Profeta, que la paz sea con él, nos dijo, en un Hadiz Qudsi, que Allah “está en la opinión que Su siervo tiene de Él” (Bujari y Muslim). En ocasiones, pretender la intervención divina es una forma de evitar nuestras responsabilidades. Al contrario, es “lo que se buscaron vuestras manos”.
Ver una consecuencia y atribuirle una causa no es negar que Allah tiene poder sobre todo cuanto hay en la creación y que nada sucede sin que sea Él quien lo hace suceder; sino que es discernir patrones. Atribuirle poder a la causa para que haga suceder la consecuencia es no haber entendido la naturaleza de lo Divino y de la Realidad.
Te preguntan acerca de las fases de la luna, di: sirven para indicar a los hombres el tiempo y la Peregrinación. (Corán, 2:189)
Indicar el tiempo significa que sabemos cuando es de día y cuando es de noche, por lo que podemos discernir patrones, actuar en consecuencia y mantener la cordura.
La cordura es discernir patrones y actuar en consecuencia. Aún así, estamos viviendo un tiempo tan extraño que parece difícil comprenderlo. Parece difícil, solo, cuando lo miras desde la perspectiva del zeitgeist actual, y la característica definitiva de este tiempo es la ausencia de la centralidad de lo Divino en el proyecto humano. Pon a Dios en el centro y todo empieza esclarecerse.
La raíz del problema, como en una tragedia griega clásica, es nuestra propia humanidad. Cuando el ser humano se entrona como señor del universo -algo que ninguna otra criatura puede siquiera concebir- se olvida de que el universo y él mismo tienen un Señor.
Hacer del hombre la vara de medida de la realidad no es característica de ningún sistema en particular de los que han surgido en los últimos trescientos años, sino los cimientos de todos ellos. Por lo que intentar explicar las particularidades de nuestra situación atribuyéndolas a un “ismo” en concreto es no darse cuenta de su origen común y no comprender lo principal. Es, también, no darse cuenta de que hemos puesto algo en movimiento y estamos viviendo la inercia resultante; la cual ha afectado también a todas las religiones, aunque no a todas las personas religiosas.
Este es el significado atribuido al Ayat:
“Cuando se les dice: No corrompáis las cosas en la tierra, responden: Pero si sólo las hacemos mejores”. (Corán, 2:11)
Causar corrupción en la Tierra es actuar como si no existiera la Realidad Divina. Esto es lo que dijo Ibn Abbas cuando explicó el significado de este versículo: desobedecer a Dios en aquello que nos ha ordenado y prohibido. La corrupción que estamos viendo en la Tierra, de una forma tan dolorosamente clara, es el resultado de esto. Nuestra condición actual también es el resultado de esto.
No deberíamos considerar esto un asunto de moralidad privada, ese es un peligro que debemos evitar, sino de responsabilidad social, civil y ecológica. Por supuesto que tengo que hacer lo que esté en mis manos para no contribuir a esta corrupción, pero, si reducimos el problema a un tema de culpabilidad, estaremos ignorando las causas reales y haciendo muy fácil el establecimiento de cualquier tipo de dictadura; y ninguna de estas dos cosas contribuirían mucho a la mejor de nuestra situación.
Es natural que, cuando discernimos un patrón de causa y efecto, preguntemos cuáles son las causas de lo que esto es el efecto, y, aún mas relevante, quién -en términos prácticos- ha hecho suceder las causas de los efectos que estamos contemplando. Cuando estos efectos son dañinos esta pregunta se vuelve más relevante.
Grupos con intenciones cuestionables -sino directamente condenables- han existido y existirán siempre. Esta es la misma gente que una vez tras otras se han opuesto a la Realidad Divina y Sus mensajeros y que cuando se les decía “no corrompáis las cosas en la tierra” respondían “solo las hacemos mejores”.
Sin embargo, pensar que nuestra situación es el resultado de una mente o un grupo a través del tiempo conspirando para controlarnos a todos y hacernos sufrir es una prueba de que no hemos entendido cómo de penetrante es la cosmovisión actual. Se apodera de nuestro intelecto y corazón sin dejar espacio para que crezca siquiera una brizna de hierba. Y devuelve al asunto a un tema de moralidad privada.
En el estudio de la psicología se aprende que hasta los psicópatas más delirantes tienen una justificación para sus acciones. Si les preguntásemos probablemente responderían que “solo estaban haciendo las cosas mejores”.
Es difícil imaginar que Bill Gates -acerca de quien corre tanta conspiración- se despierta cada mañana y desayuna pensando en qué va ha hacer hoy para controlar el mundo. Es más probable que, si le preguntáramos, dijera que “solo está haciendo las cosas mejores”, y probablemente lo crea así. Por eso se le ocurren cosas como programas de vacunas masivos, libros gratis para poblaciones enteras o semillas modificadas genéticamente para sobrevivir a las plagas. Todas ellas soluciones muy prácticas y válidas desde la cosmovisión que ha creado la necesidad de esas soluciones en primer lugar.
No solo eso, sino que nosotros aplaudimos esas soluciones y saludamos a sus proponentes sin darnos cuenta de que “la locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”, una definición común en los libros de psicología.
Para mejorar nuestra situación hay tres cosas deberíamos de tener en mente -y corazón-.
La primera, reconocer que la Realidad Divina está constantemente detrás de todo proceso en el universo, y, en consecuencia, devolverle al hombre lo que la técnica le ha quitado: su alma.
La segunda, reconocer que aceptar la Realidad Divina debe de tener un impacto en nuestras acciones y que el ser humano no es la vara de medida de la realidad. El hombre es el observado, no el observador.
Y la tercera, que no existe fuerza maligna o fuerza de cualquier tipo que pueda oponerse a las dos primeras.
Un buen lugar para comenzar:
Él es Allah, Quien no hay dios sino Él, el Conocedor del No-Visto y de lo Aparente. Él es el Misericordioso, el Compasivo. Él es Allah, Quien no hay dios sino Él, el Rey, el Purísimo, la Paz, el que da Seguridad, el Vigilante, el Irresistible, el Compulsivo, el Soberbio. ¡Gloria a Allah por encima de lo que asocian! Él es Allah, el Creador, el Originador, el Modelador. Suyos son los nombres más hermosos. A Él Lo glorifica cuanto hay en los cielos y en la tierra. Y Él es el Irresistible, el Sabio. (Corán, 59:22-24).
Escrito por Luqman Nieto. La versión en inglés en: luqmannieto.com