En sólo muy reducidos y selectos ámbitos se puede oír de las buenas maneras, el recibimiento y el sentido de la hospitalidad. En el Islam lo conocemos con la palabra «Adab», que no es más que la buena educación, la cortesía. Más allá de una conversación banal, el refinamiento intelectual y el deleite con las cosas de las artes, de la poesía, la pintura o la música. Yendo a Sevilla por cuestiones de trabajo, escribí a la Fundación Mezquita de Sevilla para que alguien me enseñara los rincones secretos y sagrados de la ciudad que los tours al uso desconocen. Una teofania, una manifestación de Dios en la Naturaleza es por donde Jalid Nieto, un buen Cicerone, me guió, por el Parque de la Oromana, con momentos e imágenes idílicas, un lugar que Jalid lleva en el corazón desde la infancia. San Juan de la Cruz y elementos simbólicos comunes entre cristianos, sufis y musulmanes; una herencia que sigue viva y flota en el aire. Una visita rápida a la tetería de un hermano en la Fe, y, como siempre, apertura, acogida, desprendimiento y calidez, eso que sigue definiendo la hospitalidad de un Oriente que aún no se ha desatomizado y enfriado como en Occidente.
Unos tiempos en los que el falseamiento de la realidad y el plástico del materialismo se visten de autenticidad, en los que uno se pregunta dónde queda la compasión, la empatía, la calidez, donde el materialismo de Occidente ha enfriado los corazones, uno se encuentra con ciertos ámbitos, ciertas reservas de lo espiritual, con una aristocracia de lo emocional y del corazón y la esencia de la Tradición conecta con lo más profundo del ser humano.
María José Celemín
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