Lo sucedido en Chirstchurch, Nueva Zelanda, es desolador. Pedimos a Allah que tenga misericordia de las víctimas, perdone sus faltas y las cubra con Su Misericordia; y que haga descender Su Sakina sobre las familias afectadas, las cubra con Su Magnanimidad y les haga pasar por estos momentos de dificultad con presencia de ánimo y acpetación de Su decreto.
No hay palabras para justificar el asesinato de vidas inocentes, independientemente de quienes sean las víctimas. No hay ningún fundamento religioso, moral ni humano que pueda apoyar semejante acto; sino que es el resultado de precisamente lo contrario, la falta de humanidad, moral y religión. Esto es así cuando esto sucede en Nueva Zelanda y las víctimas son musulmanas, cuando sucede en Francia y no lo son, o cuando sucede en cualquier otro lugar del mundo. También cuando sucede en Pakistán, Iraq o Afganistán y mueren víctimas inocentes por los ataques de drones.
En estos días se van a suceder los análisis de lo ocurrido y se pondrán de manifiesto, como ya lo están haciendo, las posiciones polarizadas y extremas que, desgraciadamente, se están volviendo un tónico del momento actual. Se pondrán de manifiesto los dobles estándares de muchos medios de comunicación y políticos, de una denominación u otra, querrán aprovechar lo ocurrido para promover sus discursos.
Pero las víctimas, de este y de todos lo acontecimientos similares, se merecen más que eso. Se merecen nuestro respeto, se merecen nuestra consideración -a ellos y sus familias-, se merecen no ser usadas para promover justamente aquello que les ha causado tan trágico final, se merecen nuestra empatía, nuestra generosidad y nuestra humanidad. Y se merecen nuestra reflexión y nuestra acción decisiva para hacer, en la medida de nuestras posibilidades, todo lo que podamos para evitar que esto vuelve a suceder.
Quién ha asistido a la oración del viernes, el Yumuah, en Nueva Zelanda, podría haber sido yo, o tú. Y quien encuentra similar destino en un concierto, cuando pastorea las cabras o va a la escuela, también podría haber sido yo, o tú. No hay razón última por la que nuestros roles no pudiesen haber estado intercambiados, por la que yo no estuviese hoy en Crhistchurch para hacer el Yumuah, en Bataclan en 2015, en Atocha en 2004 o en Oriente Medio cualquier día del año. No hay razón última más que forma parte de nuestro decreto -nuestras circunstancias- el encontrarnos ahí o no, y ni yo ni tu lo hemos elegido.
Le pedimos a Allah que cubra con Su misericordia a las víctimas de esta tragedia y de todas las tragedias en las que mueren inocentes.