Razan Nayyar, La chica del pañuelo rojo

Ayer en el salat del tarawih recitamos la sura del ‘Ankabut, la sura de la Araña. En este sura hay una aleya muy conocida en la que Allah asemeja a los que toman a otros dioses ─a otros protectores, a otros en los que ponen sus anhelos y confianza, a otros en los que buscan el beneficio que no es Allah─ los asemeja a la casa de la araña que es la más frágil de las casas.

Pero no es de esta aleya en concreto de la que quiero hablar, sino que me gustaría hablar de las primeras aleyas de esta noble sura, aleyas en las que Allah dice:

“Alif, Lam, Mim. ¿Es que cuentan los hombres con que se les va a dejar decir: creemos y no van a ser puestos a prueba?”

Al recitar estas aleyas inmediatamente vino a mi mente una imagen que he visto mucho estos días, la imagen de una joven de 21 años, de mirada franca y despejada, con una sonrisa sincera y un pañuelo rojo enmarcando su rostro, un corazón enorme y una determinación tremenda a ayudar a los más necesitados, a los que están sufriendo; esta chica se llamaba Razan Nayyar y, como todos sabemos, fue asesinada hace apenas unos días cuando trabajaba como asistente sanitaria en la franja de Gaza.

Me vino la imagen de esta chica a la mente, porque la aleya que he mencionado habla de gente como ella, de gente que es puesta a prueba, de gente que es castigada, maltratada, vilipendiada, asesinada incluso, por mantenerse firmemente arraigada al Din de Allah… ¿y ayudar a alguien que está sufriendo, no es parte del Din de Allah?

Todas estas cosas son parte de las pruebas de Allah, unas pruebas por las que tienen que pasar todos los que son amados por Allah. Las tuvo que pasar su amigo íntimo, Ibrahim, ‘alaihi salam, que fue arrojado a un enorme fuego, las pasaron todos los Profetas y Mensajeros, las pasó Sayyiduna Muhammad, salla allahu alaihi wa sallam, y las pasaron los primeros musulmanes.

Hombres y mujeres que, como Razan, murieron por aquello en lo que creían. Así ocurrió con una familia, la familia de Yasir, su mujer Sumaya y su hijo Ammar. Que en una ocasión en la que estaban siendo torturados en Meca, con el cuerpo enterrado en el desierto y sus cabezas bajo el sol abrasador del desierto de Arabia, sufriendo vejaciones inimaginables, les pedían que insultaran a Muhammad y a su Dios, les pedían que dijeran que Allah no es Uno, que asociaran algo con Él; pero sus lenguas sólo decían: ‘Uno, uno’. En ese momento pasó el Mensajero Muhammad ante ellos y, muy apenado pero feliz a la vez, les dijo:

“Tened paciencia familia de Yasir, pues vuestro destino será el Jardín”.

Y es que las pruebas de Allah son una constante en Su creación, son algo que se repite constantemente; y los que soportan las pruebas mas duras son los que Él ama, y es por esto mismo: porque los ama, por eso los pone a prueba. Esto, que puede parecer una contradicción no lo es, ni mucho menos, sino que es una realidad y no hay más que estudiar la vida del Mensajero Muhammad y de sus nobles Compañeros para darnos cuenta de ello.

El secreto está en cómo soportar esas pruebas, cómo afrontarlas y cómo superarlas. Y una de las formas de hacerlo es siendo consciente de lo que tenemos, de lo que Allah nos ha dado y de la recompensa que obtendremos por haber superado con éxito esas pruebas.

Las pruebas no debemos tomarlas como un mal para nosotros, a pesar de que sean duras ─y sin ninguna duda, para la familia de Razan es la prueba más dura─ pero eso no puede llevarnos a la desesperación, ya que las pruebas son para diferenciar, para separar al sincero del falso y también para elevar a unos sobre otros. Y por eso, inmediatamente después de las aleyas que hemos mencionado, dice Allah:

“Es verdad que ya probamos a los que les precedieron. Para que Allah sepa quiénes son los sinceros y quiénes son los falsos”.

Y no caigamos en el error de pensar que Allah no lo sabe, que no sabe quiénes son los sinceros y quiénes son los falsos, ya que Su Conocimiento todo lo abarca. Por esto dijo Az-Zayyay: “Para que sepa la sinceridad del veraz cuando es sometido a Su prueba, aún sabiendo Él antes de crearlos, quién es el veraz y quién el mentiroso”.

Pero no es fácil pasar las pruebas, no es fácil soportarlas cuando vemos injusticia a nuestro alrededor, cuando vemos opresión, cuando nos sentimos maltratados por el mero hecho de aceptar a Allah como Dios, a Muhammad como Mensajero y al Islam como forma de vida.

No es fácil soportar las pruebas cuando vemos cómo los que cometen esas injusticias y esos actos de opresión no son castigados, cuando vemos cómo salen impunes de todo mal; pero no olvidéis una cosa: y es que Allah es Justo, es el más Justo de entre los justos y por eso dice en la siguiente aleya:

“¿O acaso creen los que hacen el mal que podrán escapar de Nosotros? ¡Qué mal juzgan!”.

No tengáis dudas de que Allah recompensará a unos y castigará a otros. Cuanto más dura sea la prueba que vivamos, mayor será nuestra recompensa, cuanto mayor sea la injusticia que cometen, mayor será su castigo; tened esto presente constantemente en vuestros corazones, pues los tranquilizará en los momentos de prueba y dificultad.

El hecho de que en ocasiones no seamos capaces de comprender con nuestros restringidos intelectos algunas de las pruebas, no significa que no haya sabiduría en ellas, y tal vez tranquilice vuestros corazones leer el episodio de Sayyiduna Musa con el Jadir, que encontramos en la Sura de la Caverna.

Pero alguien puede preguntar, y son comunes este tipo de preguntas en momentos de desesperación, sobretodo cuando no hay una confianza total, plena y absoluta en Allah: ¿Qué sabiduría o qué bien puede haber en que Allah se haya llevado un alma noble como la de Razan? Yo a eso no puedo responder, porque no soy nadie para desgranar el por qué hace Allah las cosas. Sólo puedo decir que Allah hace lo que Él quiere, cuando Él quiere y como Él quiere, no lo que nosotros queremos, cuando nosotros queremos y como nosotros queremos.

Pero tal vez, y digo solo tal vez, Allah se llevó a esta noble joven del pañuelo rojo, porque era tan pura su alma, que no quiso que se contaminara con la corrupción que hay a nuestro alrededor, porque era tan suave su corazón que no quiso que se endureciera con la miseria que nos rodea. Esto es solo una hipótesis, una posibilidad, un sentimiento que invadió ayer mi corazón y que quiero mantener, pues en él he encontrado tranquilidad y sosiego, paz y descanso. Y a Allah, que sabe más, le pido que así sea. Amin

Shaij Ahmed Bermejo
www.ahmedbermejo.com