Salud social y espiritual, Abdun Nur Segura

(Esta conferencia fue dictada en Mértola, Portugal, el día 21 de mayo de 2022, en el XI Festival Islámico de dicha ciudad).

Assalam mualeykum. Buenas tardes.

Antes de empezar quisiera agradecer al ayuntamiento de Mértola y autoridades locales, a los organizadores de éste Festival Islámico y a la Fundación Mezquita de Sevilla, por su invitación para compartir una tarde de reflexión conjunta y, especialmente, facilitar un espacio dónde aún se escuche abiertamente hablar de Allah. Quisiera acepten mis disculpas porque, de forma literal, no podré cumplir con el título de la conferencia: “Salud espiritual y social”. A lo más que podría llegar—dada mi formación— es a realizar una interpretación psíquica de la experiencia humana, que espero supla mi temblor espiritual y alcance vuestras expectativas. Puede que me arrobe en el intento de poner palabras a la experiencia espiritual, ámbito de la experiencia humana—a todas luces—siempre inefable y donde las palabras se vuelven torpes, cuando no vacías.

Comencemos. Haremos un recorrido sobre la esencia del ser humano, sobre la condición de su verdadera naturaleza. Dada la extensión del tema, el recorrido será largo pero intentaremos delinearlo e insertarlo en nuestra época actual.

Para ello, comenzaremos hablando del Real, con mayúscula.
El Real, del que pretendo hablar, obviamente no es la realidad ante la que nos encontramos. Cualquier tradición ha puesto un nombre, un sinónimo, que articula el sentido, en última instancia ilusorio, de la realidad en la que vivimos, cuyo medio elemental de acceso es la percepción sensorial: a esto se le ha nombrado como dunia, maya, etc. En definitiva: el mundo de la ilusión. No, en nuestro caso nos referimos al Real: “aquello que empuja indefectiblemente a su manifestación, pasando por encima de toda conciencia o rebelión de cualquier criatura”.

Un Real se manifiesta, por ejemplo, en la tendencia del gatito recién nacido por mamar de la teta de su madre. Una vez atraviesa el canal del parto, inicia sus primeras respiraciones, estimulado por los lametones de la madre. De inmediato inicia la búsqueda de la provisión, oliendo la tetina de su madre, siendo esto algo que se encuentra grabado en su razón de ser. Tiene que comer. Esto es un empuje indefectible del Real.

Un Real se expresa cuando la manada de ñus en el Serengueti, pasadas las lluvias, emigran hacia los valles de tierras fértiles. Allí, rodeados de abundancia, podrán de nuevo procrear. Para ello, antes atravesarán en manada el rio, donde aguardan como cada año, cantidades ingentes de cocodrilos. Los ñus atraviesan el rio empujados por lo que engendrarán en un futuro cercano. Sin ego individual, algunos de los ñus serán devorados por los cocodrilos, mientras el resto sobrevivirá para así acabar cumpliendo su decreto. El mismo Real que les empuja es el que obliga a los cocodrilos a esa espera paciente para ese acontecimiento anual, también en consonancia con las lluvias. Por cierto, acaso una sequía ¿No es también un Real que se impone?

Ejemplo de un Real mayúsculo, el recientemente vivido en Canarias, que se presentó en forma de lenguas de lava. Veinte metros de altura avanza hasta engullir la casa que alguien había construido con todo su esfuerzo durante otros veinte años. Has considerado que sólo depende de ti el fracaso o el éxito de tener una casa propia y un día, de la noche a la mañana, a una velocidad de un metro cada ocho horas, presencias impotente cómo desaparece tu casa, engullida. No puedes poner la mano delante, no puedes pedirle a la ciencia ni a la técnica parar eso que avanza. Nada se resiste al Real mayúsculo, porque, incluso interponiendo los avances científicos y técnicos, incluso creyendo haber impedido el curso del Real, éste acaba siempre por manifestarse. Dicho de otra manera: en última instancia, siempre vamos a morir.

Pero, lo fundamental que nos compete en esta conferencia es que el Real se caracteriza por volver— siempre vuelve—, para rasgar la realidad imaginaria que se le oponga, con las fisuras que necesite. El ser humano podrá autoengañarse, creyendo controlar algo que le sobreviene y no desea, pero en última instancia, el Real se impone y el ser humano siempre queda engullido por el Real; mostrándose éste en todo su esplendor, en toda su majestad y poder y, a veces, incluso con belleza.

Llegados a este punto, vamos a permitirnos ciertas licencias para comprender mejor la conferencia: Quedémonos con que “el Real es aquello que siempre vuelve al mismo lugar”. Esto es una experiencia para el sujeto humano y también para toda la humanidad. Es experiencia pura, más allá de nuestros prejuicios, consideraciones e intereses. Más allá de la creencia cultural del momento histórico, el Real de una forma u otra, vuelve y se manifiesta.

La segunda consideración al respecto es que el Real reaparece cuanto más se le arrincona, cuanto más se pretenda encubrir. Recuerdo hace unos meses, antes de la pandemia, la imagen del Everest abarrotado de gente, como en una parada de autobús, esperando coronarlo cada cual con su ticket en mano. La mercantilización de la aventura de la vida, el pago por el control de lo que siempre fue imprevisible. Mercantilismo aplicado a la aventura de la vida, imposibilitando el surgimiento del héroe, aquel que debe afrontar la adversidad en pos de la elevación del espíritu con la seria posibilidad de morir en el intento. Decenas de personas, ajenas al frio, al peligro y a la escasez de oxígeno, dependiendo y, ala vez sobrados, de herramientas técnicas que hacían infalible y exitosa la ascensión. Toda esa gente allí, con cara de oficinistas, formando “cola para el Everest”, me hizo pensar que “algo iba a ocurrir”. La realidad suele interpretarse de forma simplista si sólo buscamos la linealidad de causa y efecto. Con frecuencia observamos cómo los acontecimientos se suceden en sincronía con otros que ocurren paralelos, como si una fina tela temblara en su totalidad cuando uno de los nudos de hilo que la teje se mueve. Aquella gente en el techo del mundo, bien podría expresar un signo extremo: la expresión propia de una válvula a presión a punto de estallar.

A lo largo de la historia, suele haber un correlato entre la presión demográfica, y los avances técnicos (por ejemplo, la capacidad desmesurada para viajar, asequible para cualquier ciudadano del mundo, hasta antes de la pandemia). Suele suceder también, la coincidencia concomitante de la búsqueda de nuevos reequilibrios en el mundo microbiológico. Así sucedió durante las epidemias de peste bubónica en Europa en consonancia con la adquisición de nuevos modos de explotación de la tierra, cambios en las rutas comerciales y la emigración desde los feudos a las ciudades. Detalles aparentemente insignificantes como el exterminio de topillos (competencia ecológica de la rata común) en los campos, provocó la proliferación de la rata, vector de la pulga que llevaba consigo la Yersinia pestis, agente causal de la peste. Aunque con un matiz anecdótico, citemos la persecución de brujas en algunas ciudades, que fueron acompañadas al cadalso con sus gatos y, sin ellos, se expandieron las ratas.

Llegados aquí, hagamos una somera reflexión sobre cómo el Real se ha manifestado en estos tiempos de transición civilizatoria.

Asistimos al derrumbamiento—ya es un hecho— de un imperio y la emergencia de otro nuevo. En definitiva: un nuevo ejercicio de poder de un Amo sobre los ciudadanos, y en torno a dicho poder el establecimiento de un modelo de vida social y cultural.

Durante siglos, desde la Ilustración hasta su final, con el Capitalismo neoliberal, el imperio se esforzó por hacer permanecer su peculiar modelo de ejercicio del poder: el escenario de la ilusión que provocaba la usura, la deuda. Mediante la deuda creó la ficción con la que encubrir lo insoportable del Real. Creó la ficción socioeconómica de igualdad y libertad en el consumo. Creó un artificio de ingeniería psicológica que conseguía exonerar al hombre de a pie de su condición de esclavo, creando imaginarios de riqueza asequible con tan solo la presencia de dígitos en la cuenta corriente. Una sociedad en la que los niños nacían endeudados, los sentimientos y las relaciones en los dormitorios dormitaban sobre el colchón de la deuda. La usura determinaba las dinámicas familiares e incluso las formas de goce de los sujetos. Sin embargo, llegadas las crisis económicas del capitalismo, cada vez se volvió más difícil encubrir la autentica pobreza del ser humano, en la que fue atrapado por las garras usureras. Simple y llanamente, de ahí vienen las crisis del sistema: éste se vuelve incapaz de sostener el ocultamiento de su modelo de esclavitud. Es lo que manifestaron los grandes cracks financieros: 1929, 1978, 2008…2019. Dada la naturaleza cíclica de los Imperios (y del poder hegemónico humano) aquello que lo encubre, es lo que lo colapsa. Es lo que tuvimos ocasión de presenciar con el intento de solución de la crisis de 2008: creación de más deuda. El colapso se hizo, pues, inminente. Las “soluciones” (entrecomilladas) del 2008 condujeron a la gran crisis de 2019, que hábilmente ocultada por un “nuevo revés” del Real: se declaró la pandemia y de adoptó, una vez más, la actitud de hacer digeribles los signos del Real con una versión imaginaria de avance técnico-biológico, traducido en la fabricación exprés de una vacuna de características quiméricas. El velo se estaba echando. Ante un Real pandémico se inoculó, primero un miedo atroz, y después la ciega creencia en la biotecnología médica, que rompía definitivamente el esquema de la ciencia médica rigurosamente ceñida a la reflexión racional y la supervisión ética (primero no dañar, respeto por al autonomía del paciente, etc). Los médicos que aún reflexionábamos sin el atrapamiento del miedo atroz o sin conflictos de intereses, sabíamos que era imposible crear una inmunidad de rebaño con una vacuna para coronavirus. (Para que me entendáis: ¿Qué pasa con la gripe estacional?) Hoy día, ya lo saben todos, incluso los empeñados en no pensar. Sólo hay que remitirse a la observación de la realidad.

Así pues, oculta la crisis de 2019 con el velo pandémico1, como el Real es aquello que siempre vuelve al mismo lugar, estalla la guerra, sin duda otro capítulo de la gran transición.

Llegamos ahora a un punto crucial de nuestra exposición; si el Real se muestra cuando y como quiere de forma inapelable, ¿Es el hombre libre?

Así pues, descubrimos que, a cada acto de su vida, el ser humano practica funambulismo sobre el filo de la navaja de una pregunta vital, que la filosofía intentó suavizar con la razón: ¿somos libres, gozando del libre albedrío, o bien estamos determinados?- pregunta que no cesa, y que cada movimiento filosófico acaba por plantearla en su corpus.

Extrapolándolo a la actualidad más inmediata: ¿Creemos ejercer el libre albedrío por crear el imaginario de ser capaces de manipular nuestra propia genética y así imposibilitar la muerte a toda costa?, ¿Alargaremos la vida a nuestro antojo y soñar así con la fantasía de una juventud eterna? Sin embargo, el peso del Real de la muerte, acaba siempre escurriéndose por cualquiera de las fisuras del imaginario inventado por el ser humano.

La pregunta de los filósofos—libre albedrío versus determinismo—contextualizada en el entorno puramente racional, se antoja pueril, incluso con marchamo de acertijo infantil, cuando apreciamos la potencia real que imprime dicha pregunta al inconsciente. La misma pregunta, también se formula de forma magna en el Corán. Allah hace una pregunta que se responde con su misma formulación, porque es una pregunta dirigida a un ser creado por Él, según Su diseño divino, con un patrón bien delimitado que se muestra en la expresión misma de la vida, más allá de cualquier reflexión filosófica. En la vida los fenómenos claman y proclaman la pregunta: “¿Acaso no soy Yo vuestro Señor?”.

(“Quizás este fuese el momento de finalizar la conferencia”—algo así comenté, durante la misma, llegados a este punto—. La conciencia plena de esta pregunta, cuanto menos produce un arrobo que invita a la espera: ver cómo reacciona el espíritu. Sin embargo, proseguí con la argumentación racional. No obstante, confío que la sola mención del posible corte de la conferencia hubiese calado en algunos de los oyentes y en los minutos sucesivos dejaran de escuchar el resto del discurso).

Prosigo, pues.

Contemplas la historia de la humanidad y desde el principio de los tiempos el hombre está atravesado por la pregunta. Se encuentra grabada en su bulbo raquídeo2, que le hace reaccionar para sobrevivir; en su mesencéfalo, que le hace modular según la experiencia y sus reacciones extremas, para los nuevos eventos de la vida; se ubica en el neocortex, que le ayuda a discernir con un plus: el plus tentador de sentirse el artífice del árbol de la ciencia y, por tanto de discernir hasta responder “No” a la pregunta. Como sea, no deja de ser una pregunta de profundidades oceánicas: ¿No ves que entre todos los señores imaginables, sabes—¿o no?—que no encontraras un Señor Real sino Él?. Aquí se derrumba cualquier planteamiento filosófico sobre libre albedrío y determinación. Y es que, lo que apabulla es que la experiencia vital que sea, que atraviesa y graba su impronta en el bulbo raquídeo, mesencéfalo y neocortex, acaba por ser concluyente. La experiencia misma de la vida, los signos que derrocha, allana el camino para la afirmación: “Sí, Tú eres nuestro Señor”. (Recuerdo: tuve un maestro psiquiatra que cada vez que, durante una conversación, oía a alguien que se autoproclamaba como “libre”, no se cortaba un ápice en aconsejarle que le pidiera cita para una consulta). Y es que aunque no llegues al entendimiento de que tienes un Señor, a pesar de todo Le adorarás sin saberlo, aunque sea entreteniéndote con mecanismos psíquicos que eviten enfrentarte a esa parte abominable de la realidad, ese Real insoportable para cada uno. Entonces, dada tu condición natural de esclavo—recordad que esa pregunta coránica viene grabada en nuestra esencia humana—acabarás postrándote ante un Amo imaginario, creado por ti—que comiste del Árbol de la Ciencia—y te hará creer que aún tú eres quien controla. En última instancia, el miedo atroz al Real de la muerte es el hacedor de Amos de bolsillo. ¡Cuánta gente subyugada al Amo-ciencia, al Amo-tecnología, creyendo tener así controlado cada movimiento de sus vidas! Pero, asistimos a una peculiaridad de ésta época, con la creación de un mecanismo aún más sofisticado: el ser humano cree ser el Amo de sí mismo.

Bonito, pero peligroso.

Bien, hasta ahora, con nuestra reflexión ha salido a relucir el diseño de la esencia humana, un estado de sumisión natural ante un Real que se impone. Bajo esta premisa se desplegará la constitución del ser del individuo, las relaciones sociales y, sobre todo, dicha sumisión connatural al ser humano mostrará su más amplia dimensión en la construcción de las civilizaciones: con el ejercicio del poder.

Ante las pulsiones de vida y de muerte en el ser humano, sólo quedan dos opciones: ejercer el poder, o aceptarlo a cambio de protección, con el pago de un peaje de sumisión. Sin embargo, ante el obligado trasiego vital entre el ejercicio humano del poder/sumisión y el Poder Real que, como vemos, no deja de suceder, existe un matiz que bifurcará la existencia entre vivirla con saboreo, como un disfrute, o bien como un auténtico infierno. Veremos que, en última instancia, depende de la respuesta a nuestra inmemorial pregunta ¿Acaso no soy Yo vuestro Señor?

Si un líder toma el poder y lo ejerce en su propio nombre, tarde o temprano incurrirá en tiranía. Sólo retorna el sano equilibrio cuando de forma explícita devuelve el poder a Su Señor, respondiendo: Sí, Tú eres. No hay civilización que no se haya edificado sujeta por el vértice de la respuesta a nuestra pregunta. En los albores de la Humanidad, el ser humano expresaba la encarnación del poder por medio de caudillos, emperadores y faraones (todas curiosas y torpes encarnaciones divinas, en el intento de semejar al verdadero Rey). La Historia hace una deriva natural. Tras los caudillos, suceden las oligarquías. Oligarquías, más o menos disfrazadas bajo el amparo de, cada vez más, sofisticados sistemas políticos. Oligarquías republicanas, después democráticas. Todas, al servicio del ejercicio del poder Amo/esclavo, encubierto paulatinamente con el sufragio universal, democracias liberales y, finalmente el neoliberalismo del “You can”. Pero la clave la sustenta el final del capitalismo, en su deriva y conversión decadente hacia el neoliberalismo. Desde esta concepción ideológica se diseña un nuevo ser humano. Un ser humano preparado para cumplir de forma simultanea, en la misma persona, con la condición de Amo y esclavo.

Veamos, pues, cómo aparece este tipo de ser humano, un ser humano que aún siendo individuo, no se le permite ser sujeto. Explicaremos la diferencia y de donde procede la dificultad para que la nueva sociedad sea constituida por sujetos.

Con la caída del muro de Berlín se asiste a una expresión capitalista obscena, ya sin oposición: la mencionada versión del capitalismo neoliberal. Su desenfreno y natural deriva hacia la vía muerta que conduce la deuda sin fondo real, se expresó de forma abierta con la extorsión del ciudadano a través de la sociabilización de las pérdidas. A su vez, los avances tecnológicos y digitales potenciaron un nuevo discurso del individuo como artífice y dueño de su destino y se le alejó de la conexión simbólica social (no nación, no comunidad, no familia) y del referente válido (no existe autoridad alguna).

La figura que aparece es la de un ser humano desdotado de lenguaje, con un pensamiento sólo capaz de interpretación memética (de meme), con políticos satisfechos por haber escrito su ideario político instantáneo en doscientos ochenta caracteres en un twiter; desdotado de historia, y por tanto sin lugar ni tiempo referencial; desdotado de pasado e incluso de presente, pues vive atrapado en una promesa de futuro saciante. Cree a ultranza en la eternidad de esta vida, puesto que ha sido educado para la eterna juventud y posee la convicción de que en esta vida no existen limites para el goce individual. A su vez, se cree conocedor de todos los secretos de la existencia, siendo un dios menor al que, como dios, le sobra cualquier Otro delante suya. El otro está simplemente cosificado ante el derecho del individuo a un goce sin límite. A este ser humano… ¿Qué pregunta se le puede hacer? ¿Tiene oídos? Este ser humano estándar sólo tendrá ojos… para sí mismo. Se trata de la figura del Narcisista.

Se habla mucho del narcisismo, como si fuese un rasgo de la personalidad, como serían el trastorno antisocial, el histriónico, o el trastorno límite. Incluso el término se ha vulgarizado, tanto como si fuese en la vida cotidiana un sinónimo de arrogancia, vanidad, autoimportancia. Pero no, no es solo un rasgo descriptivo o el cuento de un mito. Es, sobre todo, el subproducto de la escisión original que viene de serie en los seres humanos cuando realizamos nuestras primeras operaciones psicológicas: aquella que divide el mundo entre Yo el Otro. Y Narciso, siendo incapaz de ver un Otro, solo se ve a sí mismo.

Pero para que esto suceda, el Narciso es alguien desdotado de identidad, un individuo, alguien que no es sujeto. ¿Por qué no consigue el estatuto de sujeto? Un sujeto es poseedor de una identidad y en el proceso de conformación de la misma necesita—sí, no cabe otro sinónimo: NECESITA—la presencia de un Otro/ Objeto delante de sí mismo. No hay Sujeto con identidad sin un Objeto delante. Para aclarar, no nos referimos aquí a un objeto-cosa—algunas patologías cursan por ahí—. No. Nos referimos a un Otro, o lo que es lo mismo, en nuestra argumentación: un objeto de deseo. No piensen en un concepto utilitarista. Se tratará de la presencia de un “objeto de deseo” ante un “sujeto”. Estamos hablando del tándem que moviliza la energía del Eros. Del amor.

El Otro funciona como espejo y el Sujeto, al mirarse en el espejo del Otro, es así cómo adquiere su propio Yo, su propia identidad. Identidad con la que nos manejamos para los asuntos de esta vida, y los llevamos a cabo con los menores efectos secundarios, con la justa patología. Como dijimos antes, el encuentro del sujeto con su propia identidad se realiza delante del espejo de un Otro, siendo esta una de las primeras operaciones fisiológico-psicológicas para la conformación de la identidad, y como es natural, el primer espejo en el que el ser humano se refleja es en su propia madre. Dice el hadith: “la entrada en el Jardín se encuentra bajo los pies de vuestra madre”. Y es cierto, porque el lenguaje de la madre, con su vocabulario, sus silencios, sus ausencias (que no es lo mismo que el silencio), su coherencia o incoherencia quedan anudados al cuerpo del niño. Explicado de forma resumida, si recordamos la formación del embrión éste se conforma a partir de tres capas embrionarias (ectodermo, mesodermo y endodermo), cada una de las cuales formarán los primordios de los futuros sistemas orgánicos. Así, por ejemplo, el sistema nervioso se forma a partir del ectodermo, el sistema urogenital procederá del mesodermo y el tubo digestivo del endodermo. Pero, lo que nos llama la atención es la relativa confluencia de dichas capas embriológicas en las aberturas—los agujeros—del cuerpo. Como si la comunicación con el exterior tuviese un punto de confluencia (boca, ano, uretra…) con el interior orgánico completo. Así, mientras la madre habla, da de comer al niño, mientras la madre habla, asea al niño sus partes íntimas. Mientras la madre le habla, el sistema nervioso del niño aún se encuentra en el proceso de formación. Con la interacción primordial del espejo de la madre delante del niño, se están formando las singulares y únicas sinapsis interneuronales, que va a conformar a cada sujeto. Mientras la madre se pone delante como espejo del niño, las palabras de la madre se anudarán al cuerpo del niño y, es por eso, que al principio el deseo del niño, no es el deseo de un sujeto individualizado, sino que el deseo de ese niño es el deseo de su madre. Solo en otro momento de su desarrollo, el padre—la energía masculina—propiciará “el corte”, que conducirá al niño a ser uno, diferente de la madre. Como decía, en un niño aproximadamente menor de dos años, el deseo del niño es el deseo de la madre. Así, cuando acude a consulta un niño menor de dos años, exclusivamente acompañado del padre, sé de antemano que el enfermo no es el niño, sino la madre y que no lo traen “para la cura”, sino para perpetuar el desequilibrio de la madre, que se expresa con el síntoma del niño.

El niño, pues, aprende a desear gracias al espejo de su madre. Esa forma de desear aprendida por él, es la antesala de su futura forma de amar, de su forma de dar sentido, de otorgar el exacto lugar a las pulsiones de vida y de muerte. En definitiva, para Ser, nos miramos en el espejo de un Otro, y el Primer Otro suele ser la madre. Es por esto que, hoy, este musulmán que se dirige a vosotros hablándoos de Islam (sometimiento y paz), lo hace movido por un amor profundo (un Eros), porque una vez descubrí una identidad que no sabía que tenía. Fue delante del espejo de una comunidad de musulmanes, donde vi y reconocí esa dimensión de mi ser cuya tendencia natural consistía en adorar a Allah. Pude contemplarme en el espejo de los musulmanes, porque había aprendido mínimamente a hacerlo desde mi nacimiento. Pero, ¿Sabéis, sin embargo, a qué espejo se asoma el Narciso? Al espejo del lago. Como dice el mito, en su infructuoso intento de encontrar su identidad, extasiado por su autocontemplación (sin Otro), Narciso insiste en la mirada, se inclina, pierde apoyo desde la fragilidad de un ser aún no conformado y se ahoga. Ahora podemos comprender adónde mira el Narciso de esta época. Aquí (el conferenciante muestra la pantalla de su teléfono móvil, en la palma de su mano, en disposición selfie).

Ahora bien, sucede una peculiaridad cuando los Narcisos, individuos sin Otro, se adentran en las múltiples formas de mundo virtual desplegadas hoy día. En una comunidad virtual, el individuo está sometido a la recreación continua de una imagen fantasmática de sí mismo. Sería algo así como la vivencia del Narciso ya completamente sumergido en el lago, ahogándose. Aparece la imagen que siempre quiso tener de sí mismo, cosa que el algoritmo aprovecha, con su capacidad de autoaprendizaje, para insistir en reforzar más aún la imagen fantasmática del individuo. Y lo hace a la velocidad evanescente de los datos, porque el individuo goza con esto también, aprende a gozar de forma evanescente. Desea algo y el algoritmo lo ofrece, goza instantáneamente y vuelve a desear. Así hasta el infinito, pero llegando a un punto, en el que el aparato de deseo —aquel que supuestamente se diseñó delante del espejo de nuestra madre—se oblitera. El individuo ya no puede ser sujeto debido a su incapacidad para desear, o lo que es lo mismo: para amar. Gozará sin límites, sin la presencia de un Otro, es decir, siendo incapaz de amar. Estemos atentos, porque ese goce sin límites reflejará la patología gold-standar de esta nueva civilización: la psicosis ordinaria. Siente el control y el acceso inmediato a todo goce, sin limites y sin corte, lo cual conduce a una vivencia única y en una realidad no compartida, junto al endiosamiento de sí mismo: soy único y sin otro: en esas circunstancias, si no eres Dios, estás loco: psicosis.

Llegados hasta aquí, hemos de plantearnos la cura. Hemos necesitado realizar un tortuoso y pormenorizado recorrido hasta comprender cómo se constituye el sujeto, en virtud del esencial patrón con el que fue creado. Cómo el ser humano desea y actúa en la justa medida cuando acepta el Real que se le impone— más allá de su propio deseo—. Y que ésta aceptación del Real confiere una hermosa constitución del ser en virtu del amor y entrega de la madre y del corte simbólico que provoca el padre (lo masculino, en suma), capaz de propiciar una delimitación justa y equilibrada en el encuentro con la realidad (el Otro). Hemos finalizado, explicando cómo esta época ha forzado una desestructuración de la natural formación de la identidad del Yo, hacia una ausencia de identidad, con la cual los individuos se han acostumbrado a vivir como normal la anormalidad de vivir en un mundo virtual, hábitat natural del Narciso, donde a su pesar también tendrá que asumir—¡una vez más!—un Real que se le impone: el individuo sin Otro se ve abocado a la condena de la enfermedad de sí mismo y su sociedad: individuos y sociedades psicóticas.

Por ello hemos de pensar en la cura.

Existe un concepto necesario, inherente al ser gregario que es el ser humano. Nos referimos al concepto de assabiya, término acuñado pro Ibn Jaldun en el siglo XIV, historiador y pensador musulmán reconocido por la comunidad académica mundial como uno de los fundadores de la historiografía y sociología moderna. Hoy día, su concepto assabiya, de nuevo cobra un valor relevante, en concreto en lo referente a la reflexión sobre el devenir y la predicción histórica. El biólogo y polifacético historiador Peter Turchin, actual autoridad en Historia e Inteligencia Artificial, ha diseñado un Big Data de la historia global, introduciendo varios ítems que han sido determinantes en los cambios históricos, como factores económicos, capacidad militar, importancia de la familia, la tribu (por sí misma), etnia, jerarquía de poder y de mercado, orografía por zonas, etc. Conocedor de las teorías de Ibn Jaldun, introdujo el ítems assabiya en los algoritmos y tras redefiniciones del algoritmo a tenor de los acontecimientos histórico restrospectivos, llegó a determinar a la assabiya como el valor de primer orden, el fundamental, por encima de los demás, para predecir los cambios civilizatorios. Un subvalor, concomitante a la assabiya es que ésta acontezca en los límites fronterizos.

Para quien no esté familiarizado con el término, assabiya condensa la idea de la unión de un grupo humano en pos de un objetivo común, capaz de trascender los tradicionales lazos étnicos y de sangre, mediante una cohesión social cultural y/o religiosa intensa. Y repito: a mayor cercanía con los límites del imperio en degradación, mayor grado de assabiya. Señalar, como anécdota, que sus efectos se completan entre 100 y 200 años después del instaurarse una assabiya fuerte en una comunidad. Así que paciencia y desapego.

Mientras Turchin reconoce la primordialidad de la assabiya según introduce datos históricos para el algoritmo; nosotros, desde nuestra peculiar lectura de la realidad, basada en la confianza en el Otro, reconocemos la primordialidad de la assabiya como catalizadora de salud social por dos motivos, inherentes a nuestra condición de musulmanes (y a quienes no los sean, les invito que reflexiones sobre ello): uno, porque es la forma social de reconocimiento del otro —gracias a la presencia del Otro, entonces soy—; y dos, porque puede ser que con assabiya se cree una sociedad de condición elevada, partiendo de la premisa de que el factor aglutinador de la sociedad, aquello que compartan los sujetos de la sociedad, sea la inquebrantable adhesión que proporciona responder a la pregunta que responde a la esencia, la verdadera condición, del ser humano: “¿Acaso no soy Yo vuestro Señor?”. Una assabiya que aglutine a los corazones como un único Corazón en torno a ésta pregunta, expone a la luz una sociedad que no se deja esclavizar por otro que no sea Él. Ni siquiera permitirá que el Ego se esclavice a sí mismo. Una assabiya de esa índole permitirá que cada ser humano se realice a sí mismo en la confianza de mirarse en el espejo de un Otro. Caminaríamos hacia el otro—a cualquier Otro de nuestra sociedad—, con la confianza de quienes realmente saben amar y caminar juntos, con una capacidad de Eros desbordante hasta el límite justo: donde aparece el olvido, el olvido del hombre para asumir a su Señor.

Y para finalizar recordar que, como dijo Ibn Jaldún, la assabiya fuerte se vuelve más y más intensa en los límites del imperio.

Ahora estamos preparados, si hemos comprendido la totalidad de la conferencia, para aventurarnos juntos a la creación y vivencia de una vida real al otro lado de la frontera del mundo virtual (mundo de matricidas e hijos sin padre).

Pido a Allah que nos lleve a la frontera y nos haga viajar, como decía ayer Sidi Jalid, como comentó el Sheijk, que nos haga viajar por sus límites. Que se acreciente nuestra conciencia en este viaje acompasado de mujeres y hombres, y que comprendamos nuestras diferencias: las unas para amar, dotar de lenguaje a los hijos e invitarles a la conquista de la vida y; los otros, para limitar con dulzura el recuerdo de que realmente no somos dioses. Que el único señor es Allah.

Agradezco vuestra paciencia. Assalam mualeykum.


1 Existe una situación pandémica que, como toda situación de alarma ante la incertidumbre: epidemia, terrorismo de Estado, guerra; incita al posicionamiento de dos polos que se excluyen mutua y ferozmente. Así pues, la capacidad de reflexión de la población queda paralizada . Durante ésta pandemia, rápidamente el sistema estimuló dicha polaridad extrema vertiendo en las redes sociales las dos posiciones, negacionista y aterrorizada, respectivamente. No hubo espacio, sin embargo, para la reflexión desde una autoridad de conocimiento y, menos aún, para contemplar el significado de un Real emergente.

2 Bulbo raquídeo, mesencéfalo y neocortex, constituyen tres aspectos morfológicos y funcionales del cerebro. Podría decirse que distintas calidades de experiencias son procesadas y administradas por cada una de dichas estructuras orgánicas. Sin duda, esta explicación no deja de ser simplista, entre otras cosas porque las tres partes cerebrales se interrelacionan entre ellas. No obstante, el autor pretende un acercamiento en términos metafóricos, para hacernos comprender que, de forma indirecta, donde se asienta verdaderamente “la pregunta” es en el inconsciente humano.