Conferencia: Los musulmanes ante la educación, una esperanza para este tiempo; Muhammad Mujtar Medinilla

Los musulmanes ante la educación, una esperanza para este tiempo

Muhammad Mujtar Medinilla

V ENCUENTROS ANDALUSÍES 18 de marzo de 2022

Bismillahi Rahmani Rahim

Doy las gracias a mi hijo, Idrís, por esta recitación del Corán y a Hayy Jalid por su amable presentación. Muchas gracias a todos por su asistencia.

Estas aleyas que acabamos de oír pertenecen al comienzo de la Sura del Misericordioso, Ar-Rahman, y la traducción de las primeras nueve aleyas recitadas es esta:

En el nombre de Allah, el Misericordioso, el Compasivo

  1. El Misericordioso
  2. ha enseñado el Corán,
  3. ha creado al hombre,
  4. le ha enseñado a hablar.
  5. El sol y la luna discurren por dos órbitas precisas,
  6. y el astro y el árbol se postran;
  7. ha elevado el cielo y ha puesto la balanza
  8. para que no abusarais al pesar
  9. y cumplierais el peso con equidad, sin menoscabo.

Gracias a que Allah nos ha enseñado a hablar, al-bayān, es decir, los nombres de todos los seres creados, la capacidad de expresarnos por medio del lenguaje y el discernimiento y la reflexión, los seres humanos podemos entender el universo y explicarlo como un todo ordenado que obedece a leyes precisas. Gracias también a esta facultad, podemos distinguir lo lícito de lo ilícito, la guía del extravío.

Y cuando hablamos de enseñar, de enseñanza, estamos hablando de educación, porque toda enseñanza, debería ser, por definición, educación, tarbiyah, que es un concepto que abarca la crianza y la formación de una persona a lo largo de toda su vida, la educación completa, porque una formación integral y permanente es la característica esencial de los musulmanes. La búsqueda de conocimiento desde la cuna hasta la tumba. Y esto es un signo de que la esperanza anida siempre en el corazón del creyente.

El fin de toda la enseñanza del Islam, basada en el Corán, la palabra increada de Allah, y la Sunna, el conjunto de las enseñanzas, los dichos y el ejemplo de nuestro amado Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones sean con él), es la salud personal y facilitar las condiciones para que cada individuo, cada uno de nosotros, pueda estar cerca de Su Señor.

La enorme importancia de la familia y después de la comunidad, como pilares de la educación, con todos los procesos de individualización y socialización, que se van desarrollando en círculos cada vez más amplios: padres, hermanos, tíos, abuelos, allegados, vecinos, la escuela, la comunidad, hasta alcanzar una dimensión universal, con la responsabilidad de ejercer el jalifato de Allah, representante de Allah, gobernando la Tierra, todo esto es para garantizar que puedas dedicarte a Allah, estar en relación con Él, adorarlo como debe ser adorado.

Poque la educación islámica no es otra cosa que preservar nuestra fitra, nuestra naturaleza original, la forma natural, ese orden del ser en el que el hombre se reconoce. Y todo ser humano tiende hacia ella, porque esta naturaleza primordial, esta podríamos decir «marca original», aquello que nos denomina, se inclina siempre hacia su Creador, hacia Allah. Por esto, decimos que esta forma natural del ser humano, la fitra, es lo mismo que el Islam. Y está fundada en el tawhid, que quiere decir que no hay nada ni nadie que pueda ser asociado, añadido, a Allah.

La educación, la tarbiyah, consiste en preservar la fitra, esta forma natural del ser, en armonía y a lo largo de las diferentes etapas de nuestra vida, en un proceso de perfeccionamiento gradual, atrayendo lo que nos beneficia y apartando lo que nos perjudica, hasta alcanzar su plenitud: conocer-regresar a su Señor, y asocio estos dos términos: regresar y conocer, porque es como un volver a tu edad de nacimiento y crianza, cuando esta forma era intrínseca, connatural, a tu ser; pero ahora, con el intelecto, la capacidad de comprender la existencia mediante el discernimiento y la reflexión.

Cuando trabajaba con los niños en la escuela, sobre todo con los más pequeños, y hablábamos sobre Allah, me maravillaba, además de conmoverme, comprobar lo claro que lo tenían: «Por supuesto que Allah es Uno; siempre ha estado y estará ahí; ¿cómo va a tener hijos ni padres?», y otras frases similares. Reconocían instintivamente todo lo que Allah dice de Sí mismo. «Todo niño nace en un estado de fitra»

Hemos de proteger el corazón de los niños para que no pueda haber dos corazones en un mismo pecho, que no se rompa, para que no se produzca una división, una ruptura entre lo interno y lo externo de su personalidad en desarrollo; para que su espontaneidad original pueda manifestarse y, con ello, tener la posibilidad de alcanzar en un futuro las más elevadas cualidades.

Para esto educamos, porque este es el órgano fundamental, el núcleo del ser humano, el lugar donde reside la fitra. Dice el hadiz qudsi (un dicho, palabras, de nuestro amado Mensajero (la paz y las bendiciones sean con él), pero en el que el significado pertenece a Allah): «No me abarcan los Cielos ni la Tierra, pero sí el corazón del ser humano que se abre hacia Mí». Esta presencia, esta percepción de la cercanía de Allah, que impulsa a la acción, a transformar tu vida hacia lo más alto, es lo que ha de arraigar en el corazón de los niños.

Dijo el profeta Muhammad, la paz y las bendiciones sean con él: «He sido enviado para ennoblecer el buen carácter», como comúnmente se suele traducir el hadiz:

Innamâ bu’iztu li’utammîma makârima-l-‘ajlâq.

Este conocido hadiz, que ha sido durante muchos años lema de nuestras escuelas y de otros proyectos educativos, lo podríamos también traducir: «He sido enviado para ennoblecer la forma humana», para seguir con esta noción de regresar a la forma natural, viva, del carácter de la criatura humana. La palabra ‘forma’ está muy bien aquí, para alejarnos del error de conferirle al término ‘carácter’ un sentido fijo, inamovible; porque el musulmán es alguien que, en el proceso de su vida, está mejorando todo el tiempo, todo el tiempo. Este carácter proteico, de continuo cambio, es el que proporciona a los musulmanes la capacidad de la civilización, de progresar en las ciencias en la medida adecuada para servir a los hombres y la disposición y competencia para ejercer su jalifato en la Tierra: gobernar como representantes de Allah para preservar el orden natural y la salud del planeta, desde la preservación de los ecosistemas hasta el establecimiento de la justicia.

Este proceso está teniendo lugar desde los tiempos del Mensajero de Allah, la paz y las bendiciones, sean con él, en la ciudad de Medina, sin parar hasta hoy, y este esfuerzo continuo, este transformar tu vida, esta autotransformación, es lo que te confiere la nobleza, que los musulmanes llamamos futuwwa.

Este proceso continuo de mejora, en cada hombre, en cada mujer, se lleva a cabo avanzando cada día, aunque solo sea un poco, en cinco aspectos, que nos sirven de guía:

  • en el intelecto, comenzando por su protección de todo tipo de basura, que circula, principalmente, por los medios, y cultivando tus cualidades intelectuales y artísticas.
  • en la salud, con su cuidado y, también, con el vigor físico, para poder realizar los actos de adoración, y para la defensa de tu familia y de tu comunidad…
  • en la ‘ibādah, adoración, con los cinco pilares del Islam, el estudio del Corán y demás aspectos del din (del camino, de la forma de estar en este mundo, mejor que ‘religión’) del Islam, sin olvidar el conocimiento de las mu’amalat, las relaciones comerciales y sociales dentro de la sharī’ah, la ley islámica.
  • en el adab, con la cortesía y el buen comportamiento, el estar atento a las necesidades de los demás…
  • y en el coraje (el valor), para la superación de tus propias dificultades como para enfrentar las circunstancias difíciles que nos rodean.

A todo esto, añadiría que toda persona, para que su pozo no se seque, debería hacer algo que la llene, aunque nadie entienda por qué lo hace ni qué sentido tiene: escribir poesía, bailar, coleccionar monedas, no sé, cada uno sabe. La importancia de esto es que no puedes verter sobre otros, darte, entregarte, si no estás siendo llenado a tu vez, y esta es una buena manera de lograrlo.

Si quieres entender la educación islámica, has de saber que la única cuestión islámica es tu propia vida, buscar un camino para tratar con la vida, libremente; retornar a esa forma natural, fitra, una de cuyas cualidades es no estar constreñido en tu interior.

En este proceso vital, los musulmanes de esta tierra, y en esta tierra, representamos, y esta es la tesis de esta charla, una esperanza en nuestro esfuerzo por recuperar las dos tradiciones de enseñanza de las que formamos parte. Por Allah, tenemos el privilegio de encontrarnos en el punto en el que se tocan nuestra tradición islámica y nuestra tradición europea. Es más, estamos convencidos de que es posible transmitir el significado del Islam en el lenguaje propio de esta tierra, de nuestra tradición europea; porque, sin duda, el Islam es su consumación. Islam es lo que ha estado buscando Europa desde siempre como su culminación, el proceso final y su cúspide.

En cierto modo, esto ya ocurrió en la historia, pero, con algunas excepciones, los europeos, que a lo largo del tiempo buscaron sus raíces en la antigua Grecia, en un intento inconsciente pero liberador de «saltarse» el lastre de siglos de cristianismo, se olvidaron de Al-Ándalus. Si los musulmanes de Al-Ándalus transmitieron el legado de conocimiento de la antigua Grecia a Europa, hoy, los musulmanes de Europa y en Europa afrontamos la recuperación del sentido más profundo de la paideia a través de los parámetros, espirituales, políticos, económicos, de relación social y comportamiento del din del Islam. Pero esto no podrá ser sin la conciliación entre los musulmanes que hemos nacido aquí y aquellos que han venido de otras tierras.

Si Allah lo quiere, la Fundación Mezquita de Sevilla tiene la intención de establecer, en un futuro, unas Jornadas Educativas periódicas donde desarrollaremos esta tesis ampliamente, además de otras cuestiones esenciales relativas a la educación.

Goethe, quizás la más preclara figura europea de todos los tiempos, reconoció el núcleo claro y atemporal de toda enseñanza islámica genuina y la doctrina de la Unidad, tawhid. Reconoció que solo en el encuentro con el Islam puede una persona lograr reconocimiento real del nivel espiritual que él mismo ha logrado.

Dos tradiciones, pero una sola enseñanza. Dijo Nietzsche: «Algunas personas no encuentran sus corazones hasta que no pierden sus cabezas». Y Sheyj Abdalqadir as- Sufi (la misericordia de Allah sea con él) dijo: «Cuando nos postramos, nuestro corazón está por encima de nuestra cabeza».

En ambas, nos encontramos con una energía transformadora, con vitalidad, con unidad, con una visión íntegra del hombre. Ambas, reconocen en el ser humano esa facultad que permite un conocimiento que no es raciocinio, que no es una operación lógica ni una operación del lenguaje, sino una experiencia perceptiva; ambas tradiciones coinciden en la búsqueda de un modo de ser más abundante, noble y sublime, una vida cualitativa y dimensionalmente diferente.

Y, a pesar del actual abandono por parte de Occidente de las raíces de su tradición cultural, aún hoy perviven figuras como Giorgio Agamben, posiblemente el mayor filósofo de este tiempo, luchando por hacer entender a este viejo continente que el ser humano es mucho más que eso a lo que nos han querido reducir estos dos últimos años, una mera existencia biológica.

Ser musulmán no implica abandonar tu cultura. Por el contrario, una parte importante de nuestro cometido es alcanzar una expresión del Islam que trascienda y transforme nuestra tradición europea. Y todo lo que necesitamos para ello está dentro de nuestra propia tradición.

Porque Islam no es una cultura, es un filtro de culturas, un tamiz que deja pasar, que se deshace de todo aquello que no es natural y recoge todo lo bueno y sano de una cultura. Por ejemplo, podemos utilizar la mitología europea, la griega, la escandinava, la celta…, porque en ellas encontraremos grandes valores de esa fitra de la que hemos estado hablando, de ese estado natural del ser humano, para nuestros jóvenes.

Para que nuestros jóvenes puedan descifrar el mundo en el que viven, es fundamental volver a la tradición cultural europea genuina, y muy en especial a las raíces del mundo griego, y, con esto, unido a este entendimiento, recobrar el vigor y la fuerza que en él subyace, porque el mayor daño que está produciendo en ellos el actual sistema educativo no es tanto la falta de unidad y coherencia en la enseñanza, sino el grado de debilitamiento que les infiltra.

Nos identificamos con su modelo educativo, la paideia, cuya finalidad era que el individuo se volviera virtuoso, que alcanzara la areté, la nobleza, e incorporase una dimensión ética en sus relaciones con los demás, que aprendiera a convivir; encaminaba al ser humano hacia una transformación radical de su ser y comprendía el conjunto de todas las exigencias ideales, corporales y espirituales, en otras palabras, una formación espiritual plenamente consciente. La verdadera paideia atrapa y transforma el alma misma para hacerla apta a esta percepción de las cosas tal como son. Solo cuando poseía la paideia, el individuo era parte de la comunidad, solo a través de ella era capaz de la vida política, porque la paideia aportaba, además de una visión espiritual viva y activa, una comunidad de destino.

La fuerza superior del espíritu griego dependía de esta profunda raíz en la vida de la comunidad. Una paideia digna de su nombre solo podía se desarrollada como un proyecto, un compromiso, de hecho, entre todos los interlocutores de una sociedad…

Porque no se puede alcanzar la nobleza en una institución escolar, la nobleza es fruto de una sociedad limpia; limpia en las calles, limpia en las transacciones comerciales, en las relaciones sociales, en todos los sentidos. Por esto, para que surjan seres humanos de calidad, además de un grupo educacional, se necesita también de un vínculo social.

Es por esto por lo que la recuperación de la forma de enseñanza tradicional islámica, la paideia musulmana, basada en un firme y puro tawhid, está ligada a la recuperación de la forma de gobierno islámica: el emirato (una autoridad surgida de la gente, basada en ser el que más sirve, aconsejado por la gente de conocimiento). Por lo que es muy difícil hablar de educación si solo lo hacemos en términos «pedagógicos». Cuando se suprimió la forma de gobierno islámica, desapareció la comprensión del tawhid (el reconocimiento de la unicidad de Allah, de que no hay nada digno de ser adorado excepto Allah, solo y sin asociados, la primera parte de la shahada, o declaración de fe: ASSHADU AN LA ILAHA ILLA ALLAH, ‘declaro que no hay dios sino Allah’), que era el elemento que mantenía, no solo la totalidad del din de Islam en la sociedad, sino que era la base de la enseñanza islámica. Este elemento es el factor diferenciador que ha de estar presente en el corazón de cualquier proyecto educativo que emprendamos los musulmanes.

Cuando este tawhid impregna una colectividad, comenzando por el núcleo celular de la vida social que es la familia, la comunidad educa.

No se trata de una cuestión intelectual: si no se refleja, si no está en el comportamiento, no hay tawhid. «Qul amantu billahi, zumma-staqim», ‘Di creo en Allah; luego, sé recto’ (hadiz, dicho, del profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Allah sean con él, que nos lleva a la segunda parte de la shahada: WA ASSHADU ANNA MUHAMMADAN RASULLULLAH, ‘y declaro que Muhammad es el Mensajero de Allah). Esta enseñanza de la que hablamos está basada en una comprensión del tawhid que contiene, al mismo tiempo, ese adab, ese comportamiento, sin el cual no puede conseguirse. Si estableces la justicia, es la prueba de que tienes conocimiento. Recordemos las aleyas de Corán del principio:

Ha elevado (Allah) el cielo y ha puesto la balanza para que no abusarais al pesar
y cumplierais el peso con equidad y sin mengua.

Nuestro modelo de educación es minucioso, basado durante siglos y siglos en el detalle. Lo que educa es cada pequeño gesto, lleno de adab, de sabia cortesía, de un anciano, de un compañero, de tu esposa… Esto fue lo primero que me atrajo al din del Islam: el cuidado, el adab con el que se hacían las cosas. Ya estaba muy cerca del Islam, mi corazón estaba «amansado», rendido a Allah; intelectualmente, me sentía también muy atraído, pero fue en Granada, compartiendo varias comidas con musulmanes, cuando decidí hacer la shahada, entrar en el Islam: la cortesía y el mimo con que se trataban entre ellos y a los invitados, a pesar de la sobriedad de los alimentos, el comportamiento de los niños, atentos a la conversación y siempre dispuestos a servir… Aprendí mucho en ese momento y comprendí que hace falta toda una comunidad unida y fuerte, sana, para que un pequeño gesto se convierta en enseñanza.

Es muy importante que los niños aprendan a estar pendientes de los demás. Este estar pendientes, conscientes del otro, es el adab, que no consiste en meras fórmulas de urbanidad y cortesía superficial, sino en una atención profunda, que va más allá de los saludos y cederse el sitio, que por supuesto ha de ser así también, sino a ser capaces de reconocernos, de darle a cada uno el sitio que le corresponde. De esta manera, cada hombre, cada mujer, cada joven podrá jugar su verdadero papel en la comunidad.

«Para educar a un niño hace falta toda la tribu». Este conocido proverbio africano lo ilustra perfectamente. La mejor manera para la realización del ‘yo’, de la persona, es establecer una buena sociedad. Y, para esto, es esencial la armonía intergeneracional, porque la clave de la cohesión social está en evitar que se produzca un vacío existencial entre una generación y otra, y diría más todavía, esa armonía, esa concordia, solo puede ser completa cuando conviven tres generaciones: abuelos, padres e hijos.

Cuando era niño, en mi barrio, en Bellavista, de alguna manera pude percibir algo de esto: es verdad que había pobreza, que vivíamos aún en el régimen franquista, que había un nivel cultural bajo en líneas generales; pero, por encima de todo ello, quedaba algo de ese vínculo social que hacía que cualquier persona mayor te llamara al orden si hacías alguna travesura, y aunque fuese en la última punta del barrio, si te decía: «Se lo voy a decir a tu padre cuando lo vea», entonces te echabas a temblar, porque sabías que iba a creerla y te iba a castigar; recuerdo que las puertas de las casas de mi calle estaban siempre abiertas y existía una interrelación muy grande entre las familias, asistiéndose y ayudándose unas a otras cuando era preciso; mi casa era de las pocas que tenían teléfono y, en muchas ocasiones, mis padres me hacían salir a avisar a cualquier vecino de la manzana porque lo llamaba su cuñado desde Barcelona, por ejemplo… No era un mundo idílico, ni mucho menos, pero respetábamos y escuchábamos a nuestros mayores, especialmente, a los ancianos.

Los musulmanes podemos llegar a ser, si Allah lo quiere, un nuevo pegamento social, un modelo de unidad y apoyo mutuo… en esta tierra, a la que amamos y deseamos favorecer, intentando corregirla y mejorarla en la medida de nuestras posibilidades… Porque los musulmanes tenemos dos metas muy claras: conseguir el Jardín y gobernar la Tierra. Somos representantes, jalifas, de Allah en este mundo y no podemos eludir nuestra obligación de cuidarlo y de establecer la justicia en él.

Y tanto para uno como para otro de estos objetivos, precisamos de la educación; una educación permanente e integral, en todos los aspectos, como ya mencionamos al principio; teniendo en cuenta que lo más importante es la educación del din del Islam, la educación del imān (creencia) y la educación del ruh (el espíritu, el alma) porque esta es la quintaesencia de la educación, donde se centran el Corán y la Sunna del Mensajero de Allah (la paz y las bendiciones de Allah sean con él).

Es necesario tomar conciencia de que cultivarse tiene que ver con desarrollar todos tus talentos, con desplegar todas aquellas facultades que Allah ha puesto en ti; está estrechamente relacionado con crecer en el Din. Conoceremos mejor nuestra propia cultura y haremos de ella un vehículo de expresión realmente humana en la medida en que seamos capaces de llevar a la práctica el din del Islam. Estoy hablando de cultivarse, que es algo profundo, que surge desde dentro de ti; no de culturizarse, que es incorporar algo que viene de fuera, superficial. Vivimos en un tiempo en el que la cultura ha muerto, como la educación ha muerto ―y no lo digo yo, sino Heidegger, unos de los más grandes pensadores del siglo XX e importante referente para los musulmanes hoy―, y esta es parte de nuestra tarea: recobrar ese concepto de la cultura que, como dijo Nietzsche, «comienza precisamente desde el momento en que se sabe tratar lo que está vivo como algo vivo».

Dijo el profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Allah sean con él: «Sed generosos con vuestros hijos y perfeccionad su educación. Ellos son un regalo de Allah para vosotros». En primer lugar, generosidad, en todos los aspectos, pero, por encima de lo material, equidad y misericordia, además de benevolencia, bondad e indulgencia; y, en cuanto a lo segundo, perfeccionar su educación, entendemos ofrecerles la más perfecta educación que en cada momento y lugar permitan las circunstancias,

Hay que hacer un esfuerzo por educar a nuestros hijos lo mejor posible, al más alto nivel. Y es ineludible para los musulmanes, en la medida de sus posibilidades, tomar en sus manos la cuestión educativa.

Y hacemos esto porque representa:

  • en primer lugar, una medida de supervivencia;
  • en segundo lugar, establecer/facilitar un camino de perfeccionamiento yelevación;
  • y, por último, la formación de generaciones para el liderazgo.

El mundo ha cambiado mucho, y el crecimiento de los niños y una educación adecuada para ellos necesita una gran atención de nuestra parte. Porque, en esta época de debilidad del ser humano, de sumisión ante el sistema global político- financiero y de impotencia ante las cuestiones trascendentales que le afectan, generar, educar nuevas generaciones de jóvenes fuertes, cultos y alegres requiere un gran esfuerzo, una lucha, una lucha de reeducación, de trasformación radical (de esencial y de raíz, no de extremista, aclaro) que nos compete a todos, jóvenes y adultos, empezando por las familias, ya que lo que sucede en las casas es determinante. Nadie puede creer que puede lograr una transformación de sí mismo si esta no incluye la responsabilidad de transformar a sus hijos.Más que un asunto intelectual, se trata de una forma nueva de conectar las energías vitales de sentimiento y amor. Y cuando digo amor, no me estoy refiriendo a ese amor del que hablaba D. H. Lawrence cuando dijo: «Si queréis que vuestros hijos sobrevivan, dejad de amarlos», ese amor cegador, castrante, que impide que emerjan, sino a un amor superior que establece un puente con el imān, con la creencia. Existe una relación indeclinable entre el anhelo del joven por transformarse y alcanzar los más elevado de sí mismo y el amor recibido en sus primeros años y una atención profunda, porque sin este amor, difícilmente podrá lograrlo.A lo largo de tres etapas naturales (hadiz de nuestro profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Allah sean con él, es muy claro: «Jugad con ellos siete, enseñadles siete y acompañadlos siete», que coincide con las tres etapas de la escuela Waldorf: hasta los siete, la edad de la bondad; hasta los 14, la edad de la belleza; y hasta los 21, la edad de la justicia (y espero poder analizar esta convergencia en otra ocasión);

como digo, a lo largo de tres etapas naturales, el crecimiento del joven se funda en un desarrollo en espiral, expandiéndose en círculos concéntricos cada vez mayores, en un proceso natural de socialización gradual, desde la casa, pasando por los padres, los hermanos, los tíos, los abuelos, los allegados, los vecinos y la comunidad local hasta lo universal, siempre con un mismo centro, el significado puro del tawhid. Porque el crecimiento no es lineal y en calidad progresiva, siendo muy pequeño al inicio y muy alto al final, sino que son precisamente los primeros años los más importantes y donde se conforma el grueso de lo que serás de adulto, de tal manera que el tawhid está siendo protegido, en su esencia, en esos primeros años, para ir siendo consolidado, con la intervención de todas las demás facultades humanas, a lo largo de las demás etapas de crecimiento.

En esta primera etapa, hasta los siete años, la madre es la madraza, la escuela del niño; y no porque le enseñe cosas, sino por la especial y profunda atención que tiene hacia su hijo. Y aquí está la base de la cordura… En su mirada, el niño empieza a «saber» que es un ser separado. Esta mirada es el comienzo de su educación y lo que hará posible un ser humano completo.

Si tuviera que decir qué es aquello que habría que recuperar de una manera más urgente en la educación, diría: que las mujeres recobren la sabiduría natural de la crianza, que va unida a la recuperación del conocimiento acerca de su propia naturaleza.

Aquí reside uno de nuestros mayores problemas en este tiempo. Recuerdo un texto sobre Heidegger en el que mostraba «su indignación por los “depósitos” para niños y ancianos construidos en Alemania, para “quitarlos de en medio”». Sostenía que «así como los niños debían criarse en el ámbito familiar, y no en “guarderías”, también los ancianos debían permanecer en el hogar, pues su vida era digna de veneración, y su experiencia debía ser aprovechada por los jóvenes» (Heinrich Wiegand Petzet, Encuentros y diálogos con Heidegger). Y si esto era en su tiempo, hoy día hemos llegado al máximo de este dislate con respecto a estas dos etapas claves de la vida.

Es sabido que el momento de la vida en que estamos más cerca del no-visto es en los primeros años de nuestra vida; de alguna manera, el niño compensa a su madre por todos los esfuerzos que hace por él (porque esta es una ley de Allah: la reciprocidad en el dar) compartiendo esa proximidad con el no-visto. Sin embargo, la mayoría de las familias llevan a sus pequeños a las guarderías y escuelas infantiles, perdiendo sus madres esta maravillosa oportunidad.

En la guardería se fuerzan los procesos de desarrollo: especialmente, en cuanto al control de los esfínteres y en el proceso de socialización, con esa obsesión porque los niños estén integrados en grupos antes de su momento madurativo.

En Finlandia, modelo educativo para el resto del mundo, comienzan la escuela a los siete años y el porcentaje de niños en guarderías es mucho menor que en España. Introducir a los niños antes de tiempo en una educación formal es contraproducente.

Las mujeres podrían juntarse y formar grupos de crianza, como ya existen experiencias, y «estar» con sus hijos; no digo «trabajar», no para hacer una escuelita… Hablando al niño en un lenguaje apropiado para su edad e intelecto, elogiando su inteligencia y sus aptitudes, y, muy importante, estando muy atentas a sus inclinaciones e intereses (que no a sus caprichos), animándolo, reforzándolo y alimentándolo con materiales y conversaciones sobre esos temas que lo fascinan y cautivan.

Dijo el Mensajero, la paz y las bendiciones de Allah sean con él: «Quien tenga a su cuidado un niño, que se adapte a él». Y fue completamente congruente con sus palabras: en una época en la que se trataba a los niños con dureza y se les educaba a palos, correspondía a sus necesidades y era enormemente cariñoso y comprensivo con los más pequeños; se ajustaba a cada personalidad, les ofrecía su tiempo y atención. No era raro verlo llevar en su montura a algún chiquillo o jugar en la calle con cualquier grupo de críos; con sus nietos, que Allah tenga misericordia de ambos, a los que amaba de la manera más profunda, se mostraba como un abuelo siempre complaciente y muy tolerante con sus travesuras. ¡Cuántas veces se le subían a la espalda cuando estaba rezando y tenía que sujetarlos como podía para que no se cayesen al suelo mientras acababa de hacer la oración!

¡Y en cuántas ocasiones se sentó junto a un niño que estaba llorando y compartió sus sentimientos! Siempre dejó, al final, en cada uno de aquellos rostros, una preciosa sonrisa, claro reflejo de su sonrisa, esa sonrisa que curaba de la tristeza y sanaba a quienes lo miraban.

El hadiz no dice que te adaptes a tu hijo, sino a un niño, a cualquier niño con el que estés relacionado por alguna razón.

Y cuando el niño llega a la edad escolar, siguen las obsesiones: la obsesión por la expresión de sí mismos, cuando lo adecuado para esta edad es la imitación de los modelos clásicos; la obsesión por descomponerlo todo, cuando el niño de esta edad ha de percibir el fenómeno completo; la obsesión por calificar numéricamente desde muy pequeños, cuando, como muy pronto, esto es algo que no debería hacerse, y muy cuidadosamente, hasta el tercer ciclo de la Primaria… Mejor dejémoslo ahí.

No existe tawhid porque trabajes todos los aspectos de la persona y pienses que estás haciendo educación integral. Esto está muy bien, y es nuestro objetivo también, pero no es el fondo del asunto. Tampoco tiene nada que ver con llenar todo el tiempo de los niños de actividades extraescolares. Les ayudaremos mejor si les permitimos tener tiempo para digerir lo que hacen, para el juego, momentos de aburrimiento, incluso. Cuando los padres de mis alumnos me preguntaban: «¿A qué actividades puedo llevar a mi hijo? ¿Qué es lo mejor?», les contestaba: «Pasee con él». Los paseos con uno de sus padres, charlando, contemplando el paisaje, aprendiendo cosas, son de un valor incalculable. En esta intimidad, puedes compartir con tu hijo, además, el amor por Allah y su noble Mensajero, la paz y las bendiciones de Allah sean con él: el Din del Islam es para ti; el profeta Muhammad te ama e intercede por ti; no eres musulmán porque hayas nacido en una familia musulmana, es porque Allah lo quiere así… Todo esto es para ti, no importan los condicionantes que tengas en tu vida, por difíciles que te parezcan de superar. Allah escucha a tu corazón, pon en él lo mejor, y Allah te lo dará, porque el corazón es el más potente imán que existe y atrae hacia él todo lo que en él pongas…

Esta edad escolar es la mejor edad para aceptar las reglas, para seguir un modelo, para aprender las normas básicas de convivencia, el adab requerido para cada situación. El mejor momento para infundir en ellos el entendimiento de la autodisciplina y también el respeto a la autoridad, y no hay nada mejor para un niño, especialmente en la delicada edad de los 9/10 años, cuando el muro de la fantasía que lo protegía hasta este momento cae naturalmente y se empieza a encontrar con el mundo tal como es, y comienza a detectar los defectos de sus padres y su maestro, que hasta ahora eran perfectos en su mirada, que descubrir la autoridad sobre la autoridad, es decir, que sus padres siguen un modelo de vida, que comparten con él, y que todos están en el mismo proceso de aprendizaje y de perfeccionamiento.

Es también muy importante ocuparse de una correcta orientación espaciotemporal: la forma en que entendemos el tiempo y el espacio.

Es necesario consolidar las celebraciones, no sujetas al ciclo solar ni a ninguna otra referencia, de las fiestas y acontecimientos de los musulmanes: las dos fiestas, los dos ‘Ids, el ‘Id de Ramadán y el ‘Id al-Kabir; el día de ‘Ashura, con los regalos para los niños; el Maulid, que conmemora el nacimiento del Profeta, la paz y las bendiciones de Allah sean con él. Estas han de ser sus referencias temporales, y es esencial organizar actividades festivas especialmente para los niños. Por supuesto que han de compartir las fiestas con todos, pero es de especial importancia organizar, además, eventos lúdicos específicamente para ellos.

Hemos visto a muchos niños musulmanes celebrando Halloween, la Navidad y otras fiestas que tienen su origen en festividades paganas: de la cosecha, de los ciclos del Sol y las estaciones… Esos días no recomiendo meter a los niños en una burbuja, sino aprovechar la oportunidad, sin participar de ello, para entender el mundo en el que viven y para discernir sobre estos acontecimientos y encontrar respuestas a luz del Corán.

Dice Allah en el Corán: «Arraigados en la Tierra con firmeza». Y la pregunta que deberíamos hacernos es: ¿dónde están arraigando realmente nuestros niños? Si estas calles ya no permiten transmitir una interacción social adecuada, con sus límites morales naturales, es necesario encontrar espacios para los más jóvenes: salidas a la montaña, campamentos, convivencias, deportes, teatro, excursiones culturales por la ciudad, etc. Deberíamos animarnos a constituir asociaciones y fundaciones para estos fines.

En alguna ocasión, me han dicho que para qué tenemos los musulmanes que crear estas entidades si en la ciudad puedes encontrarlas: los Boy Scouts, por ejemplo… Sería estupendo que nuestros niños y jóvenes participasen de actividades en todo aquello interesante que haya en la ciudad, pero aún lo es más que lo hagan con adultos y otros niños musulmanes, para que se relacionen con hombres y mujeres que les transmitan su pasión por aquello que hacen y les sirvan de modelo (recuerdo que tuvimos en la escuela a un hombre llegado de Inglaterra: Sidi Tariq Wilkinson; me preguntaba: «¿Qué puedo hacer? ¿Qué necesita la escuela: matemáticas, inglés…?». Y yo le respondía: «¿Qué es lo que te apasiona?». «Bueno, vengo de Turquía, de aprender con un maestro de caligrafía, que me apasiona». «Entonces, eso es lo que te pediría que hicieras». La escuela estaba en aquel tiempo en el campo. Salía por la tarde y me extrañaba que los niños no estuvieran subidos a los árboles, jugando al fútbol o en sus luchas de atenienses contra espartanos… Estaban todos, niños y grandes, chicos y chicas, en el cuarto de Sidi Tariq haciendo caligrafía… No es que todos terminarían siendo calígrafos, es que el contacto con una persona apasionada puede despertar en ellos sus propias pasiones, sus propios talentos: esto es paideia, thaumazein, ‘maravillarse’, y mímesis, ‘imitar’); ―como iba diciendo― que lo hagan con musulmanes para que creen desde niños un fuerte vínculo de hermandad; para que aprendan a compartir y refuercen el adab, el comportamiento adecuado con la comida y con la limpieza, pues se trata de dos aspectos elementales. Se podría decir que en este aprendizaje, que empieza en la casa, de la separación de la caca de la comida, cuando los niños están preparados para entenderlo, claro está, radica el discernimiento, la base de una sociedad.

¡Qué importancia tienen también las comidas en familia! En las conversaciones ligeras, distendidas de esos momentos se produce una transmisión enorme. Dentro de las circunstancias de cada familia, estas deberían valorar los beneficios de este encuentro familiar. Dudo mucho que los niños puedan aprender algo del adab, del comportamiento, en la mesa en los comedores de los colegios.

Los niños han de conocer los paisajes, recorrer los caminos, subir las montañas, aprender los nombres de los árboles, de las plantas y de los animales de la zona en la que viven. Han de echar raíces en la tierra. Y han de conocer los procesos de la tierra, de la atmósfera, de las estaciones (pero no como temas de un libro de texto) y han de reconocerlo en las descripciones del Corán. La capacidad de leer la existencia es nuestro objetivo educativo. Porque esto nos lleva al tawhid, a la proclamación de la Unidad de Allah, glorificado y enaltecido sea.

El respeto por la creación, por todas las cosas del mundo, la limpieza del aire, las plantas y los animales está basado en asumir el ser jalifas de Allah en la Tierra, en el reconocimiento de que la soberanía pertenece a Allah; no en el racionalismo ni en el análisis crítico, con la exploración del mundo como si fuera tuyo y pudieras hacer lo que quieras con él.

Es una cuestión antropológica, se trata de una manera de estar en el mundo. No es algo racional. Se trata de cómo experimentamos la existencia, la vida. Los niños han de saber acerca de la crianza de los animales, del crecimiento de las plantas y de cómo llegan hasta nosotros para nuestro alimento y abrigo; que la vaca que dio la leche que toman y el algodón y la lana con los que se confeccionan sus ropas fueron puestos ahí por Allah desde hace muchos años para ellos, para ti. Todo esto es de suma importancia. Y el correcto entendimiento de la creación y la función de los elementos que conforman el cosmos; la conciencia de Quién hace que todo esto suceda, de Quién es realmente el que hace germinar.

Y este arraigo, este enraizamiento, solo puede ser realizado enteramente con el lenguaje completamente integrado en este descubrimiento, porque esta es la herramienta para ello. «Le ha enseñado a hablar». El cuidado del lenguaje, la buena palabra, es esencial ahora. Y los cuentos, las leyendas, la poesía… La transmisión del din del Islam es mediante la palabra. Se toma a través del oído, no de una pantalla.

Y es indispensable trabajar con ellos el autodominio, la contención y la paciencia, que tienen como consecuencia algo muy importante: la esperanza.

Es curioso que el sistema educativo actual, cada vez más centrado en la neurociencia, en el cerebro, en la cabeza, sea a su vez tan emocional, pero esa emocionalidad exacerbada, desequilibrada e incontenible que podemos observar a cada momento. Tocan sus cabezas, juegan con sus emociones; pero no se ocupan realmente de cuidar sus corazones. Mientras nuestro sistema, centrado en el corazón, como órgano vital del ser humano, conlleva furqān, la capacidad del discernimiento y el dominio de sí mismo.

¡Y esto es tan, tan importante…!, Porque una de las peores cosas que le está pasando a los más jóvenes es la incapacidad de tener paciencia, sabr. Vivimos en un mundo en el que todo está preparado para conseguir las cosas sin espera, «¡Lo quiero ya!», cuando los niños han de aprender a esperar, a tener paciencia, porque si aprenden esto, sabrán cuándo tienen que actuar. Y han de aprender también que todo aprendizaje, que todo conocimiento requiere de un tiempo; no es instantáneo como en los medios tecnológicos.

Gracias a Allah, contamos con el honor de tener entre nosotros hijos y nietos que son hafices, que es el nombre que se da a los que han memorizado el Corán (hafiz, en singular). Y todos los musulmanes deseamos que el Corán se enseñe en nuestras mezquitas y en las casas. El hecho de memorizar y recitar el Corán, las palabras de Allah, produce un efecto en el corazón, aunque no las comprendas, porque quedan impresas en él. Te conectan con la Revelación, de alguna forma. ¡Alhamdulillah! ¡Alabanzas a Allah!, y los padres, todos, hemos de animar y apoyar a los niños para que lo memoricen. Pero deben ser educados en el Corán, desde el Corán, no solo con el Corán, para que puedan saborear sus significados. Y en mi opinión, es mejor poco, con significado, que mucho pero sin él, y así es como lo hemos hecho en nuestras escuelas, considerando que es mejor un poco de Corán e intentar ponerlo en tu vida que mucho sin aplicarlo.

También es primordial estar muy atentos al comportamiento, al adab, del niño en estas clases, con sus maestros, con el lugar, especialmente si se hace en una mezquita. Un niño no debería salir de su casa hacia la clases de Corán como si fuera a dar una clase de kárate o de piano.

Pero, si detectas que tu hijo tiene una gran inclinación por el Corán y las ciencias que de él se derivan, entonces envíalo a la mejor madraza coránica que puedas.

Todos los talentos deben ser potenciados y satisfechos desde el momento en que son reconocidos, y el de los que aman el Corán y memorizarlo los primeros, pero hemos de huir de la tendencia «religiosa» de creer que todos los jóvenes han de ir a las madrazas coránicas. Ya en su tiempo, Imam Al-Ghazali se lamentaba de que llegaba a un pueblo y se encontraba diez ulemas (estudiosos y eruditos de las ciencias derivadas del Corán y las ciencias que de él se derivan, entre otras disciplinas) por un solo médico, cuando la proporción debería ser la opuesta.

Añadiría a todo lo dicho, algo que está en nuestras manos: mostrar a los niños y jóvenes la belleza del Din del Islam, con la mayor dulzura, antes que poner el acento en las normas y las prohibiciones.

Esos padres que se ocupen, con todo su esfuerzo, hasta donde sus circunstancias les permitan, de que sus hijos vivan plenamente la escuela de la madre y la pureza de la infancia temprana; y después, en la edad escolar, de proporcionarles la mejor formación que puedan, especialmente en cuanto a la elección de sus maestros, gozando de la plenitud de un crecimiento feliz, encontrarán, si Allah lo quiere, el mejor cimiento para el inicio de la tercera etapa de crecimiento, donde sus hijos emprenderán el crucial viaje de descubrimiento del hombre, por parte del muchacho, y de la mujer, por parte de la muchacha, con el despertar de su pubertad natural, una delicada adolescencia y una juventud llena de experiencias. Y sus hijos tendrán el soporte necesario para formarse como hombres y mujeres libres.

Por último, me gustaría hacer una referencia a la escuela, a la posibilidad de establecer escuelas para los niños musulmanes. Ojalá, insha Allah, surjan iniciativas en este sentido en todos los lugares donde residen musulmanes en este país; muy especialmente aquí en Sevilla. ¡Merece la pena!, lo merece… He participado en una escuela en Granada que estuvo funcionando de manera intermitente a lo largo de más de treinta años. Tuvimos que lidiar con muchas dificultades, pero ha sido un verdadero regalo, un regalo de Allah. Esto es lo que me ha quedado de ello, la dicha, y la convicción, de haber vivido un regalo de Allah… Cuando te metes en hacer una escuela, como todo proyecto que se establece para que perdure, para que pasen y se sirvan de ella generaciones y generaciones de niños y muchachos, estás preocupado por su mantenimiento en el tiempo; pero, pasados los años, me he dado cuenta de que eso no estaba en nuestras manos, por mucho que luchásemos por ella, que esto es algo que pertenece a Allah, glorificado y exaltado sea. Y he podido comprobar, además, que lo que allí se produjo, todo lo maravilloso que tuvimos la suerte de vivir, tanto maestros como alumnos, pervive ya no solo en nosotros y ellos, sino en sus propios hijos, que no llegaron a conocerla.

Sirvan estas palabras para animar a tomar esta noble tarea, a luchar por hacer:

escuelas que vuelvan a la visión de la existencia basada en la Revelación Divina; una escuela con unidad, en la que sus elementos no se contradigan entre sí, sino que todo ocupe su lugar equilibradamente, en su justa medida, y coherentemente en sus contenidos y significados;

escuelas que retomen el fundamento de la educación tradicional: la transmisión directa, cara a cara, entre maestro y alumno, estableciendo una relación personal de confianza, respeto y amor;

escuelas cuyo principal objetivo sea la formación del carácter, la vigorización del individuo y el desarrollo del sentido del honor y de la caballerosidad;

escuelas que no se rindan nunca ante los condicionamientos adversos de sus alumnos, sino que mantengan siempre la esperanza de perfeccionamiento y traten a los jóvenes no como son, sino como lo mejor que pueden llegar a ser;

escuelas que sean conscientes de estar formando una nueva generación, dispuesta a jugar su papel en la historia; unida por fuertes lazos de hermandad, con grandes aspiraciones y compartiendo las más altas expectativas; orgullosa de ser musulmana;

escuelas que experimenten una vivencia íntegra del Din, basada en un aprendizaje sin compulsión de los pilares básicos (Islam); en la confianza y asunción sin conflicto de la autoridad (Imān), y la excelencia en el ser y el hacer (Ihsān). Y en las que la coherencia entre la enseñanza del Corán y los contenidos diversos que se trabajen sea absoluta;

escuelas que recuperen la literatura, la narrativa, el arte y la filosofía occidental, filosofía en tanto educación del espíritu: la educación del príncipe.

Cabe señalar que a lo largo de todos esos años intentamos lograr el mayor equilibrio entre los dos aspectos que definen la educación, y que normalmente son presentados como incompatibles, separados en una falsa dialéctica entre escuela tradicional, educare, ’lo que llega desde el maestro, desde la guía’, y escuela nueva o moderna, educere, ‘lo que ha de surgir del propio alumno’. Lo que hemos experimentado es que estos dos procesos se unifican y refuerzan recíprocamente. Definimos nuestra enseñanza como una enseñanza de maestro, pero lo que se produce es un punto de encuentro entra aquello a lo que somos llamados por nuestro guía y aquello otro que quiere surgir desde nosotros mismos, como bien refleja la sentencia de Lao-Tsé: «Educar no consiste en llenar un vacío, sino en encender un fuego latente».

En líneas generales, las principales características de la metodología de nuestra escuela fueron:

  • Una educación integral, y con esto quiero decir, el trabajo conjunto casa- escuela-comunidad para propiciar un crecimiento completo; avanzando cada día en los cinco aspectos citados al principio de esta charla: el intelectual (cultivo de las facultades racionales, la reflexión y el discernimiento), el físico (salud y vigor físico), el espiritual (la ibada), el comportamiento (el adab) y el coraje (la valentía).
  • Educación personalizada, atendiendo a cada niño en su desarrollo vital. Gran importancia de la tutoría, tanto a nivel pedagógico como a nivel personal y familiar.
  • Para la vida. La enseñanza ha de ser educación, y la educación no puede ser irrelevante.
  • Flexibilidad de los grupos. Grupos pequeños constituidos por edades diversas, y posibilidad de establecer todos los tipos de agrupamiento necesarios dependiendo de los intereses comunes, niveles, etc.
  • Escuela activa. Trabajo a través de centros de interés (basados en Decroly, pero adaptados de una manera muy particular a nuestro sistema) que se desarrollan tanto tiempo como los niños mantengan su interés por ellos. Centros de interés (y proyectos) que aúnan de una manera globalizada (Primaria) todo el trabajo escolar; partiendo de la experiencia vivida y del contacto directo con la naturaleza.
  • La importancia dada al desarrollo del lenguaje, en todas sus manifestaciones. Utilización de un método integral de lectoescritura.
  • La escuela como lugar de expresión, en todos los campos: plástico,dramático, literario, etc.).
  • La recuperación de los ritmos naturales de crecimiento, y no forzarlos.
  • El valor concedido a establecer una buena orientación espaciotemporal.
  • La estimulación del interés y la curiosidad natural del niño.
  • La satisfacción de las necesidades y afanes de los niños, que aprenden através del gusto, con alegría (educación con felicidad, no solo para lafelicidad).
  •  La potenciación de los talentos propios; animando y colaborando con lasfamilias para apoyarlos.
  • Gran libertad en cuanto a la forma de trabajar y la diversidad deposibilidades que se ofrece.
  •  No utilización de libros de texto; cada alumno compone sus propios libros.

Nuestro método y nuestro proyecto educativo está a disposición de aquellos que deseen tomar el reto de hacer una escuela…; aunque, en manos de los musulmanes, cualquier método pedagógico, llámese Waldorf o Montessori, o cualquier otro método, puede ser puesto en práctica con enorme aprovechamiento. En manos de los musulmanes todas las utopías pedagógicas encuentran la medida justa de aplicación en el mundo real. Cualquier instrumento suena como los ángeles cuando cuenta con la partitura perfecta.Pero nunca le añadimos a nuestra una escuela el adjetivo de «islámica». Era una escuela para estar en el mundo, donde tratábamos de que cada niño, cada joven, se encontrara en su elemento, como pez en el agua… Cuando finalizaba el curso, si durante todo él había habido respeto y confianza; si los grandes habían cuidado de los pequeños; si había habido armonía entre unos y otros, entre niños y niñas, entre adultos y jóvenes; si nadie se había sentido cohibido para actuar y para expresarse; si habíamos creado y reforzado nuestro nexo de unión; si la ayuda mutua y la preferencia eran una realidad entre nosotros, deseando lo mejor para el compañero antes que para ti mismo; si habíamos trabajado mucho y aprendido, con gran interés, y disfrutado…, entonces la escuela había conseguido ser islámica; pero dejaba de serlo en el momento en que acababa el curso en cuestión y ya estábamos preparándonos para el siguiente, dispuestos, con la ayuda de Allah, a convertirla de nuevo en «islámica».

Los musulmanes seremos útiles a esta tierra en la medida en que seamos capaces de ir estableciendo el Islam. Y, como decía uno de mis maestros, la misericordia de Allah sea con él: «Islam está por hacer; la apertura es enorme. El futuro está completamente abierto. El Islam que tiene que venir a Europa nos sorprenderá».

Agradezco mucho la presencia de todos ustedes; les doy las gracias por su paciencia y por su escucha. Todos estamos aquí en busca de un conocimiento útil, y útil es todo conocimiento a través del cual se busca la Faz de Allah.

Assalamu alaykum