Cualidades de una comunidad

Cualidades de una comunidad

Tras unos días de muchos viajes y actividad, hoy por fin tengo un poco de tiempo para sentarme delante del ordenador y compartir con vosotros algo que está rondando mi cabeza y que está muy relacionado con mi última charla en Almonaster; algo que considero que es clave en la vida del creyente, pues es lo que le permite vivir en armonía, estrechar los lazos y crear una comunidad, o una sociedad, basada en el bien, en la generosidad, en la ayuda mutua, en la misericordia y en la bondad. Una sociedad como era la de los Sahaba. Y el secreto de esta sociedad, de esta comunidad, es la aleya en la que Allah dice: “Los prefieren a sí mismos, aun estando en extrema necesidad”.

Esta aleya del Corán describe una de las cualidades más excelsas de los Sahaba, de los Compañeros del Mensajero Muhammad, sallallahu alaihi wa sallam. Y es que los Sahaba comprendían que solos no llegarían a ningún sitio, sabían que se necesitaban los unos a los otros, que se debían de apoyar unos en otros, que tenían que ser como un solo cuerpo, y por eso establecieron la mejor comunidad que ha surgido para el bien de los hombres.

Y es que los Sahaba eran realmente eso, una comunidad. Una comunidad en la que  unos apoyaban a los otros, en la que los unos se esforzaban por ayudar a los otros, en la que los fuertes se preocupaban de los débiles, en la que las mujeres jugaban un papel muy importante, en la que no se permitía que hubiera injusticias entre ellos, en la que si alguien estaba enfermo los demás le visitaban, en la que si alguno de los miembros estaba ausente unos días sus compañeros se preocupaban por él, preguntaban por él, le ayudaban en todo lo que podían, en la que si uno de ellos cometía algún error o alguna falta, los demás ocultaban esa falta, la tapaban, no la hacían pública, no la propagaban a los cuatro vientos como tanto nos gusta hacer hoy en día; todo lo contrario, pues eran como un solo cuerpo; si uno de sus miembros se debilitaba, el resto del cuerpo respondía con fiebre e insomnio, eran como un edificio, se apoyaban los unos en los otros.

Para poder alcanzar eso, lo que hicieron fue empaparse de las nobles cualidades de comportamiento; imitaban en todo lo que podían al Mensajero de Allah, se elevaban los unos a los otros y si uno se equivocaba los otros le corregían, si uno se desviaba los otros le llamaban la atención, con mucho adab, con mucha cortesía; pero nunca le dejaban a un lado, diciendo: “No, es que fulano hace eso o esto otro, y como eso está mal, pues entonces le dejamos de lado”.

Y lo hacían porque tenían la mejor opinión de sus hermanos. Cuando alguien hacía algo erróneo siempre buscaban una justificación para ello, buscaban algún tipo de excusa, fuera la que fuera, para justificar lo que hubiera hecho su hermano en vez de, como tan a menudo vemos en nuestros días, buscarle las vueltas para condenarlo y crucificarlo. Este tipo de comportamiento del condenar a la gente, tan presente entre nosotros, ─me duele decirlo pero es así─ está demasiado extendido entre nosotros, no es tolerable, no lo podemos tolerar, todos nosotros debemos hacer un esfuerzo por eliminarlo de nuestro interior, pues no es un comportamiento propio de gente que sigue a Allah y a Su Mensajero.

En una ocasión que querían condenar a un hombre porque había robado algo, lo llevaron a la presencia de ‘Umar Ibn al Jattab, que por aquel entonces era el Califa de los musulmanes, para que lo interrogara y lo condenara. ¿Y qué hizo ‘Umar? Le dijo al hombre: ‘¿Has robado? ¡Di que no!’ Antes de permitirle responder le dijo: ‘¡Di que no, di que no has robado!’ El hombre dijo: ‘NO’. Y ‘Umar le dijo, ‘está bien, entonces márchate’.

De esto se trata y esto es lo que quiero decir: tenemos que protegernos los unos a los otros, tenemos que ayudarnos entre nosotros, tenemos que colaborar, tenemos que ser como un solo cuerpo, nos tiene que doler que uno de nuestros miembros sufra, nos tiene que doler y tenemos que intentar impedir, como sea y cada uno en la medida de sus posibilidades, que haya entre nosotros gente que sufra, gente que lo esté pasando mal.

Había una mujer en Medina, creo recordar que era judía, que vivía cerca de la casa del Mensajero de Allah, y cada vez que el Mensajero pasaba ante su puerta, la mujer le insultaba, le arrojaba basura, echaba basura en la puerta de la casa del Mensajero; y pasaron unos días en los que no lo hizo, en los que no increpaba al Mensajero de Allah. Y ¿qué hizo este? ¿Alegrarse? ¿Sentirse aliviado de ese incordio? No, todo lo contrario, lo que hizo fue preocuparse por ella, preguntar por ella, ver si estaba enferma, si necesitaba algo.

Esto es dar preferencia a los demás, esto es preocuparse por los demás, esto es lo que tantas y tantas veces hemos leído y escuchado, esto es parte de la enseñanza que hemos recibido, y esto es lo que poco a poco vamos olvidando, porque cada vez pensamos más en nosotros mismos y nos olvidamos de los demás.

Ibn ‘Ayiba, en su tafsir de la aleya que hemos mencionado antes, en la que Allah describe a los Sahaba diciendo “Los prefieren a sí mismos, aun estando en extrema necesidad”, narra que en la batalla de Yarmuk, uno de los Sahaba que tenía un poco de agua buscó a su tío, que estaba gravemente herido, y cuando llego a su lado, le dijo: “¿Quieres un poco de agua?”. Su tío le indicó con la cabeza que sí, ya que no podía tan siquiera hablar debido a las heridas que había recibido; y justo cuando ponía el odre con agua sobre sus labios, escuchó el lamento de otro de los musulmanes; el tío le indicó con la cabeza a su sobrino que le diera el agua a ese hombre; el joven fue a ese otro hombre para darle el poco agua que tenía y, cuando iba a hacerlo, escuchó otro lamento; y este segundo hombre al que iba a darle el agua, le dijo que fuera a dársela a él, que tenía mas necesidad. Cuando llegó al tercer hombre y vio que ya había fallecido, volvió entonces al segundo y vio que también había fallecido; fue entonces a donde estaba su tío y vio que también había fallecido. El joven se quedó completamente sorprendido, pero luego recordó la aleya y se dijo a sí mismo: “Es cierto, esta es una gente que, aún estando a punto de morir, prefiere ayudar a sus hermanos antes que a sí mismos, por eso son la mejor comunidad que ha surgido de entre los hombres”.

Si queremos triunfar, si queremos el éxito, si queremos establecer entre nosotros una hermandad real, si queremos ser una comunidad fuerte, esto es lo que debemos seguir: amar a los demás, ayudar a nuestros hermanos, fortalecernos los unos a los otros, abrir los brazos y esforzarnos por los demás. Así eran los Sahaba, misericordiosos entre ellos. Tenemos que dar un paso al frente y dejar de pensar que nosotros somos el centro del mundo, debemos preocuparnos, ayudar a los demás, los más fuertes a los más débiles, tenemos que preocuparnos por los niños y los mayores; tenemos que servirnos los unos a los otros, ayudarnos los unos a los otros, y entonces: “Allah nos ayudará”.  Allah estará con nosotros, Allah estará a nuestro lado, Allah nos amará y nada nos podrá detener, pues cuando Allah ama a alguien, tal y como Él mismo dice en un hadiz qudsi: “Soy el oído con el que escucha, la vista con la que ve, la mano con la que agarra, los pies con los que camina; si Me pide le doy, si implora Mi perdón se lo entrego y si busca Mi refugio Yo le daré amparo”.

Shaij Ahmed Bermejo
www.ahmedbermejo.com